Compendio de Amores

Para quienes quieren refrescar los contenidos anteriores o simplemente no los han leído, aquí les ofrezco un resumen donde se integran todas las publicaciones de modo coherente y breve, dándole mejor sentido, agrupando las ideas y los sentimientos. Espero lo disfruten.

El ser humano no siempre es capaz de reprimir sus instintos para dar espacio al raciocinio. Por más que esta sociedad ha intentado crear sistemas de convivencia y bienestar, estos no siempre funcionan. Los sistemas no son perfectos, al fin y al cabo son creados por seres humanos, y nadie puede decir que es perfecto, no lo somos, pero podemos intentar ser mejores.

Tokio, lugar al que tuve el placer de visitar, reconocida como gran ciudad con súper desarrollo, posee fuertes asociaciones de vecinos que representan “pequeñas” urbanizaciones con muy bajos índices de criminalidad. Las razones son simples, aunque en Tokio habitan algo así como 30 millones de personas, la ciudad está dividida en cientos de “pequeñas” urbanizaciones o sectores donde todos los habitantes se preocupan por su comunidad, se conocen y respetan, se sienten pertenecientes y por ello no le hacen daño a su prójimo.

Lo arriba expuesto se logra con el ejemplo y cariño de nuestros padres y un sistema de educación adecuado donde se expliquen los valores esenciales de convivencia y se pongan en práctica. Para ello, también habría que educar al educador, al padre, a quien esté a cargo de la formación de otra persona. Solo si el educador se identifica con dichos valores podrá entonces transmitírselos a sus alumnos, a sus hijos, a sus semejantes.

¿Qué nos dice todo lo anterior?

Que mientras más amor sentimos, mejor para nuestra especie.

Si el amor es un fenómeno biopsicosocial, entonces hay que buscar fórmulas que permitan que el amor sea el eje alrededor del cual gire nuestra sociedad. De ese modo mejoraremos genéticamente y esa mejora genética será transmitida de generación en generación hasta lograr un planeta donde el odio sea menos protagónico y finalmente desaparezca de nuestra conducta.

El amor es la respuesta.

En un artículo publicado en la Revista de Psicología Universidad de Antioquia por el profesor PhD. Oscar Navarro Carrascal y otros colaboradores, titulado “La discriminación social desde una perspectiva psicosociológica”, se explica cómo la discriminación tiene sus orígenes en los estereotipos y en los prejuicios que heredamos históricamente y forman parte de nuestra cultura.

El Dr. Navarro expone que factores individuales como el fracaso y la baja autoestima, aunque no son los únicos, son factores que derivan en un comportamiento discriminatorio como resultado de la frustración personal, es decir, discriminamos al no aceptar nuestros fracasos como propios, sino como culpa del otro. Entiéndase bien que esto se refiere al aspecto social. Estas conductas se transforman en valores sociales que se transmiten de generación en generación y pasan a formar parte de la cultura.

Como saben, yo no soy un experto en psicología o sociología, pero el haber comenzado este viaje me ha permitido aprender un montón sobre el ser humano, y más que nada, sobre mí mismo. En este corto periodo de tiempo, he cambiado mi perspectiva sobre la vida y es algo que, por mi naturaleza, siento la necesidad de compartir. También producto de la “casualidad” o la “causalidad”, a uno le van llegando las cosas en su momento, información importante, información que te da herramientas y te cambia para bien. Es cierto que uno va recorriendo caminos y aprendiendo, pero ahora es distinto.

¿Cómo superamos la ausencia de amor propio? Entendiendo que, sin importar lo que piensan los demás, todos tenemos la capacidad y el talento para lograr nuestras metas y objetivos. Nadie, excepto nosotros mismos, puede impedirnos crear las condiciones que nos lleven a entendernos, aceptarnos y comprender lo bueno que somos, lo talentoso que somos, lo capaces que somos. Todos tenemos talentos, todos tenemos capacidades. Lo importante es valorarnos, apreciarnos y sentir empatía por nosotros mismos, sin caer en la arrogancia.

Fotografía de Frank Hernández @myfrank_

Independientemente de la forma de amor o de cómo la entendemos, todas las formas de amor tienen como factores comunes, el respeto, la empatía y la tolerancia. Comenzamos respetando a quien amamos, nos sentimos identificados, sentimos admiración, entendimiento y aceptamos aquello que no nos daña ni nos lastima. Cuando amamos, nos entregamos, y sólo lo hacemos si sabemos que seremos respetados, apreciados y comprendidos. Si es así, el amor mutuo se mantiene en el tiempo, perdura y crece.

Fotografía de Frank Hernández @myfrank_

Se han producido cambios sociales importantes producto de visiones del mundo que han comenzado por un cambio de conducta de quienes han hecho públicas esas visiones. Por ejemplo, Joshua Fields Millburn y Ryan Nicodemus son dos emprendedores del bienestar por el planeta, que llevaban una vida normal, con un trabajo de oficina y eran exitosos profesionales. Pero comprendieron que lo que hacían no estaba del todo bien. Se dieron cuenta de que las organizaciones para las que trabajaban no respetaban a sus clientes, obligándolos a adquirir productos que no necesitaban, inclusive sin su autorización. Un día decidieron dejar de hacer daño y renunciaron. Yo pasé por una situación similar trabajando para una gran corporación y al cabo de un tiempo me sentía enfermo, confundido y desgraciado, finalmente opté por no continuar allí.

Mi planeta perfecto sería este mismo planeta; sin duda, la tierra es increíblemente hermosa, generosa y extraordinaria comparada con los otros planetas que nos muestran por televisión. Estaría lleno de personas que se aprecian, reconocen y respetan, que se apoyan y trabajan por el equilibrio social y natural, en donde todos los que existimos, humanos, animales y plantas, vivimos en simbiosis y en armonía.

Yo me lo estoy tomando en serio.

En mi infancia, se veía a los animales como bestias sin sentimiento, no eran más que seres explotables para beneficio humano. No se les protegía y consideraba como hoy, seres vivos importantes a los cuales hay que cuidar y querer, respetar y proteger. Probablemente con el tiempo aprenderemos mucho más sobre lo inteligentes y capaces que son los animales, como conviven en armonía con otros animales y con su ecosistema.

Fotografía de Frank Hernández @myfrank_

Creo que el mundo se está perdiendo de algo maravilloso al preferir el placer momentáneo, instantáneo y efímero, sobre el romance sentido y expresado en el transcurrir del tiempo y de manera constante. Pienso que debemos tratar nuestro cuerpo con amor y respeto, profundizando en nuestra salud física y cuidándolo de maltratos y excesos. De igual modo, nuestra mente debe nutrirse de buenos pensamientos, de magia y poesía, de canciones bonitas y felices, de la idea de un compartir sentido entre personas, que va más allá del momento y puede perpetuarse en el tiempo. Nuestra casa, también puede ser un templo de amor y bienestar, donde prevalezcan el sentir sobre el amor y la expresión de ese amor romántico, donde el poema se lee o se escribe sin avergonzarnos, donde la canción se canta en voz alta y con los ojos cerrados, donde se sueña con el amor y se regalan flores, bombones de chocolate y un “te quiero” de verdad.

En la próxima entrega estaré relatando una hermosa historia, la de un amor breve y para siempre, sencillo pero complicado, apasionado, alegre y triste, una historia de amor de nuestros tiempos.

Sería maravilloso poder leer sus comentarios, opiniones y aportes a la información contenida en las publicaciones. Para ello hagan clic en el título para abrir la página y así podrán comentar al final.

¡Gracias y hasta la próxima!

¿Dónde está el romance?

n tu mente, en tu cuerpo y en tu hogar, templos de amor y bienestar.

Creo que el mundo se está perdiendo de algo maravilloso al preferir el placer momentáneo, instantáneo y efímero, sobre el romance sentido y expresado a lo largo del tiempo y de manera constante.

Cuando quiero escribir sobre algo, siempre intento conseguir el significado esencial de lo que quiero expresar y luego lo relaciono con mi forma de verlo, con mi criterio. Pero esta vez, lo más cercano que conseguí a lo que buscaba fue: «Relación amorosa pasajera». Quizá busqué mal, o no sabía muy bien lo que buscaba.

Recientemente, pensando siempre en el amor como respuesta a tanta crisis en este planeta, y escuchando canciones de Raphael, Nino Bravo, José Luis Rodríguez y Julio Iglesias junto a mi esposa en el living de nuestra casa, nos preguntábamos qué había pasado con el romance y con lo romántico de estas canciones, y por qué ya nadie cantaba sobre el amor de ese modo. Ambos nos sorprendimos con la calidad de la voz de estos artistas y con lo sentido de sus interpretaciones.

Raphael

He de hacerles saber que entre mi esposa y yo hay diferencias enormes en cuanto a gustos musicales. Los compartimos todos; sin embargo, tenemos nuestras preferencias bien marcadas. Además, existe una diferencia generacional que, aunque no es extrema, refleja lo rápido que han cambiado las cosas. Al compararlo con mis tiempos, para el momento en que ella vivió su adolescencia, ya el mundo había cambiado su forma de expresar el amor a través de la música. Sin embargo, al escuchar esas canciones esa noche, ambos nos dimos cuenta de que el romance, como forma de ver la vida y expresar amor, ha desaparecido de nuestra sociedad.

Hoy existe una especie de tabú respecto a lo romántico y al romanticismo, no como una relación amorosa pasajera, sino como una manera permanente de amar y expresar amor. Pienso que quienes poseen los medios para difundir lo que las personas escuchan por radio y televisión, al igual que los sellos discográficos y las productoras, hacen un gran esfuerzo por hacer que el amor pase de moda, no se cante, no se exprese, y, en consecuencia, no sea algo que la sociedad cultive. Al menos no como aquel amor romántico de mi infancia y adolescencia. Yo soy de los 80’s, y en mi país, Venezuela, en esa época hubo un resurgir de la música romántica a través de cantautores venezolanos que llevaron la poesía a la música popular con muchísimo éxito.

Franco De Vita

En un estudio publicado en 2010 por el Observatorio de la Salud de la Infancia y la Adolescencia del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, se refleja que las relaciones “amorosas” entre adolescentes españoles de 15 a 19 años no duran más de 6 meses en promedio, y, sin embargo, mantienen de 8 a 10 relaciones sexuales al mes. La mayoría admite haber tenido relaciones sexuales por presión social entre sus iguales, es decir, amigos y compañeros del colegio.

Hago esta observación porque, desde mi punto de vista, lo anterior demuestra una ausencia total de amor romántico, de sentirse enamorado y de amar con ese amor del cual surgen las relaciones duraderas. Yo no estoy diciendo que esto sea una norma absoluta; existen matrimonios que duran “toda la vida” en los que nunca hubo amor romántico. Sin embargo, no podemos negar que el romance que nace del enamoramiento no solo es más placentero y satisfactorio en el sentido sexual, sino también en el emocional y psicológico.

El mismo estudio refleja también el cambio en las cosas que son importantes para el adolescente del siglo XXI. Es interesante descubrir que la familia ocupa el primer lugar; sin embargo, la pareja y la vida sexual satisfactoria aparecen en penúltimo lugar entre 12 aspectos, siendo la política y la religión lo único menos importante. Yo me pregunto: si la pareja no es importante, ¿de qué tipo de familia estamos hablando? En fin, si la pareja no es importante, ¿dónde queda el amor romántico? ¿Será que el amor pasó de moda? Si es así, ¡hay que rescatarlo!

Un estudio más reciente, realizado en Argentina en 2017, muestra los siguientes valores:

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http://biblio.unvm.edu.ar/opac_css/doc_num.php?explnum_id=1914

Como siempre, habría que comenzar por nosotros mismos: entender cómo sentimos el amor por nuestra pareja y cómo eso afecta a nuestra familia, amigos y a la sociedad en general. Vivimos sumergidos en una estructura de valores que solo produce una satisfacción poco duradera y efímera, tanto en lo sexual como en lo emocional y en lo material.

Finlandia, un país ubicado entre Suecia, Noruega, Rusia y el Mar Báltico, tiene apenas unos 5 millones de habitantes; sin embargo, han logrado lo que para muchos parece algo utópico: niveles envidiables en la calidad de la educación, la salud, la protección social y, sobre todo, en la igualdad social. Una igualdad social traducida en felicidad.

«…Para un país de 5 millones, no tenemos muchos recursos para desperdiciar. Si la gente está contenta, maximizará su ética de trabajo y nosotros podremos desarrollarnos», dice Andrew Nestingen, profesor que dirige el programa de estudios finlandeses de la Universidad de Washington. Y agrega: «La teoría del bienestar del estado es que cada uno debe conseguir una rebanada del pastel de modo que tengan lo que necesitan para realizar sus proyectos de vida.»

Una sociedad construida sobre esta base permite una vida más relajada, con menos presiones sociales y psicológicas, lo que se traduce en progreso y felicidad. Leyendo sobre la forma en que los finlandeses perciben el romanticismo, es una opinión general entre ellos que son poco expresivos en ese sentido. Se consideran introvertidos, pero también coinciden en que sus relaciones afectivas son muy duraderas y que, cuando dicen “te amo”, lo sienten de verdad.

Yo recuerdo a mi madre y a mis tías cantando canciones románticas y pensando en sus amores, en el amor, cerrando los ojos y poniéndose las manos en el pecho mientras cantaban. También recuerdo a un alumno que tuve en la universidad, que se quejaba porque a las chicas ya no les parecía adecuado que les regalaran flores, bombones de chocolate o las invitaran a cenar con matices de romance en la mesa, como velas y un trío de violines acompañándoles en la velada.

Julio Iglesias

Creo que el mundo se está perdiendo de algo maravilloso al preferir el placer momentáneo, instantáneo y efímero, sobre el romance sentido y expresado en el transcurrir del tiempo y de manera constante. Pienso que debemos tratar nuestro cuerpo con amor y respeto, profundizando en nuestra salud física y cuidándolo de maltratos y excesos. De igual modo, nuestra mente debe nutrirse de buenos pensamientos, de magia y poesía, de canciones bonitas y felices, de la idea de un compartir sentido entre personas, que va más allá del momento y puede perpetuarse en el tiempo. Nuestra casa también puede ser un templo de amor y bienestar, donde prevalezca el sentir sobre el amor y la expresión de ese amor romántico, donde el poema se lee o se escribe sin avergonzarnos, donde la canción se canta en voz alta y con los ojos cerrados, donde se sueña con el amor y se regalan flores, bombones de chocolate y un “te quiero” de verdad.

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¡Gracias y hasta la próxima!»

Fotografía de portada por: Frank Hernández @myfrank_

Referencias y para saber más:

Finlandia: Sociedad utópica y un buen ejemplo a seguir.
The secret to Finland’s success in education, employment, parenting—basically everything
Datos estadísticos sobre Finlandia
El Adolescente y su Entorno en el Siglo XXI

Las ballenas: Un modelo de amor y armonía social

«Las ballenas tienen una vida muy larga, desarrollan lazos profundos con los suyos y se preocupan por su bienestar. Al ser gregarias, se desplazan por los océanos guiadas por un líder que, si se pierde o enferma, puede hacer que el resto del grupo imite su conducta.»

Soy un gran fanático de una serie de Televisión Española llamada Cuéntame Cómo Pasó. La razón es simple: es un reflejo de la sociedad española y de su historia desde abril de 1968, dos años antes de mi nacimiento, y su similitud con mi infancia temprana es increíble. Con ella me di cuenta de la influencia cultural española sobre la venezolana, especialmente en las costumbres familiares, la crianza de los hijos, la diferencia de roles entre hombres y mujeres, así como en los valores y aspiraciones personales de la clase media de ambos países en aquella época.

Cuéntame lleva 18 temporadas y más de 300 capítulos, y en gran parte, sus personajes principales siguen siendo los mismos. En fin, es una gran serie, pero esa no es la razón por la cual la menciono en esta entrega. En el último capítulo, Carlitos, el protagonista, narra en voice over la forma en que las ballenas conviven desde el inicio de los tiempos, y lo hace, como siempre, reflejando alguna situación familiar por la cual atraviesan los Alcántara.

© Corporación de Radio y Televisión Española 2017

Me pareció maravillosa, y me tomé el atrevimiento de transcribirla aquí para ustedes. Espero que disfruten de este relato de Carlitos y que les sirva para profundizar en las conductas sociales de tantos seres de los cuales podemos aprender.

“…Todos los biólogos marinos que estudian el comportamiento de las ballenas y otros cetáceos señalan el enorme parecido que tienen con los humanos. Viven en clanes familiares, las madres son extremadamente protectoras con sus crías e incluso tienen sus propios cementerios. Pero, sobre todo, se parecen a nosotros en la manera en que les afecta el ecosistema en el que viven y en su extraordinaria capacidad para comunicarse.

Las ballenas tienen una vida muy larga, desarrollan lazos muy profundos con los suyos y se preocupan por su bienestar. Al ser gregarias, se desplazan por los océanos guiadas por un líder que, si se pierde o enferma, provoca que el resto del grupo imite su conducta. Las migraciones de las ballenas, al igual que las de la especie humana, son fenómenos tan antiguos como su propia existencia y siempre están motivadas por la misma razón: la necesidad de encontrar áreas que satisfagan mejor sus necesidades.

Las ballenas siempre han fascinado a los humanos. En la Biblia, Jonás es tragado por una ballena. En el cuento del muñeco que se hizo niño, Pinocho es tragado por una ballena. Y en la gran novela de Melville, el capitán Ahab muere en los lomos de Moby Dick, la gran ballena blanca que se tragó su pierna.”

I. W. Taber, Moby Dick final chase 

«Como nosotros, las ballenas son capaces de enseñar, colaborar, planear, cuidar, cantar y tener etapas de duelo. Al igual que nosotros, se hacen cargo de sus especímenes más longevos, aunque en su caso, sin excepción».

Ver capítulo

La estructura social de los elefantes es similar a la de las ballenas. Los elefantes viven en sociedades matriarcales, donde las madres cuidan de sus crías hasta que cumplen 15 años. Los estudiosos afirman que los elefantes viven muy unidos y las hembras permanecen con su manada toda la vida. Aunque el macho suele aventurarse por su cuenta, siempre es bien recibido de vuelta en la manada. Los elefantes expresan estados emocionales como el llanto y la alegría, especialmente cuando pasan por situaciones de duelo por la muerte de algún miembro de la manada o celebran con júbilo cuando nace una nueva cría.

Fotografía por Ben Curtis

Gracias a las redes sociales, hemos podido ver recientemente videos donde los animales muestran comportamientos en los que colaboran por el bienestar de otro, en lo que parecen ser acciones desinteresadas, sin más propósito que evitarle la muerte o ayudarle a obtener alimento. ¿Será que los animales son menos «bestias» de lo que imaginábamos?

En mi infancia, se veía a los animales como bestias sin sentimientos, no eran más que seres explotables para beneficio humano. No se les protegía ni consideraba como hoy, seres vivos importantes a los cuales hay que cuidar, querer, respetar y proteger. Probablemente, con el tiempo, aprenderemos mucho más sobre lo inteligentes y capaces que son los animales, cómo conviven en armonía con otros animales y con su ecosistema.

Georgia Aquarium – Baluga Whales Jan 2006

En la próxima entrega hablaré sobre Finlandia, un país ejemplar con un éxito social extraordinario basado en el amor por su país y el bienestar de sus ciudadanos. Las estadísticas son simplemente impresionantes.

El amor es la respuesta.

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Hagan clic aquí para ver el último capítulo de Cuéntame, donde Carlitos hace mención a la vida social de las ballenas.

¡Gracias y hasta la próxima!

Fotografía de portada: Gabriel Barathieu

Amor por el planeta

Si todos procuramos vivir solo con lo que necesitamos, sin excesos y de forma eficiente, nos daremos cuenta de que, con el tiempo, la Tierra nos devolverá ese amor que le estamos entregando. No se trata de no tener bienes ni de vivir en la pobreza, sino de tomar la decisión de poseer aquello que nos brinda suficiente satisfacción para no necesitar nada más.

Esta sección cierra y completa el trío de amores y es, para mí, la más importante de todas. Lo llamo «Trío de Amores» sin doble intención, porque sería el trío perfecto: amor propio, amor por los demás y amor por el planeta. ¿Qué más podemos pedir? En conjunto, este trío de amores haría de este un mundo perfecto.

Se han producido cambios sociales importantes gracias a visiones del mundo que han surgido a partir de un cambio de conducta en quienes las han hecho públicas. Por ejemplo, Joshua Fields Millburn y Ryan Nicodemus son dos emprendedores del bienestar del planeta que llevaban una vida normal, con un trabajo de oficina y carreras profesionales exitosas. Sin embargo, comprendieron que lo que hacían no estaba del todo bien. Se dieron cuenta de que las organizaciones para las que trabajaban no respetaban a sus clientes, obligándolos a adquirir productos que no necesitaban, incluso sin su autorización. Un día decidieron dejar de hacer daño y renunciaron. Yo pasé por una situación similar trabajando para una gran corporación y, al cabo de un tiempo, me sentía enfermo, confundido y desgraciado. Finalmente, opté por no continuar allí.

Fields y Ryan comprendieron que es posible ser felices cambiando su conducta respecto al consumo, y esto, a su vez, protege al planeta. Ellos no están en contra del consumo per se o del dinero; de hecho, son consumidores de los productos más costosos y avanzados que existen. Compran ropa de buena calidad y tecnología de última generación. Lo que ellos predican es que no es necesario tener en exceso o de sobra. Es decir, solo poseen ropa que usan, viven bien, pero nada les sobra. Su movimiento se llama minimalismo y ellos se autodenominan «Los Minimalistas».

Esta idea del minimalismo es simple: se trata de consumir solo lo que necesitamos, no acumular objetos que no usamos ni comprar cosas que terminaremos desechando. Esto reduce el impacto ambiental de forma significativa y expresa nuestro verdadero amor por el planeta.

Según estudios realizados, más del 30 % de lo que guardamos en el armario nunca lo usamos y termina en el relleno sanitario, dañando la tierra y dejándola estéril e inútil. Compramos compulsivamente y, del mismo modo, generamos desechos que contaminan ríos y mares. Esto también provoca una constante producción industrial que contamina el aire, creando un círculo vicioso de producción y consumo.

Si todos procuramos vivir solo con lo que necesitamos, sin excesos y de forma eficiente, nos daremos cuenta de que, con el tiempo, la Tierra nos devolverá ese amor que le estamos entregando. De nuevo, no se trata de no tener bienes ni de vivir en la pobreza, sino de tomar la decisión de poseer aquello que nos brinda la suficiente satisfacción para no necesitar más.

Si nos sobra dinero, podemos pensar en invertirlo de manera que refleje nuestro amor por los demás y por el planeta. Podemos destinarlo a sembrar árboles, financiar artistas y deportistas, apoyar proyectos de investigación, contribuir a escuelas y estudiantes, o ayudar a quienes lo necesitan mediante donaciones a hospitales o comunidades que requieren apoyo en viviendas y sistemas sanitarios eficientes. Hay tantas cosas positivas en las que se puede invertir sin desperdiciar recursos en objetos que nunca utilizaremos o realmente necesitamos.

Finalmente, quiero hablar sobre Bob Marley y John Lennon. Ambos nos dejaron un legado musical extraordinario. A su manera, cada uno aportó una visión de amor y paz: Marley, en muchos casos, con un profundo sentido espiritual y religioso; Lennon, desde una perspectiva sin afiliación religiosa. Sin embargo, ambos compartían un profundo amor por los demás y por el planeta. Ambos se manifestaron en contra de la guerra y a favor de la vida.

Mi planeta perfecto sería este mismo; sin duda, la Tierra es increíblemente hermosa, generosa y extraordinaria en comparación con los otros planetas que nos muestran en televisión. Estaría lleno de personas que se aprecian, reconocen y respetan, que se apoyan y trabajan por el equilibrio social y natural, donde todos los seres vivos—humanos, animales y plantas—conviven en simbiosis y armonía.

Yo me lo estoy tomando en serio. El amor es la respuesta.

http://www.theminimalists.com/

http://www.bobmarley.com/charity/

Cover Photography by WallDevil

China Pollution photo by Ng Han Guan

Water Pollution Photo by MIDC

Conectando a través del amor

Nuestro amor por los demás no debe ser un amor sacrificado, obligado o perjudicial, ya que eso no nos hará felices. Debe comenzar con el amor propio y brindarnos tranquilidad.

En nuestra cultura se nos enseña que hay distintos tipos de amor; algunos se consideran más importantes que otros. Existen amores fraternales, como el que se da entre amigos, familiares, padres, hijos y hermanos; el amor romántico y pasional, que sentimos por nuestra pareja; y el amor existencial o espiritual, que abarca el amor por la humanidad, el planeta, los animales, la naturaleza, la vida misma, Dios, etc. Sin embargo, esta clasificación del amor es, en esencia, discriminatoria y puede llevarnos a jerarquizar la manera en que lo expresamos y lo sentimos.

Independientemente de la forma de amor o de cómo la entendemos, todas las formas de amor tienen como factores comunes el respeto, la empatía y la tolerancia. Comenzamos respetando a quien amamos, nos sentimos identificados, experimentamos admiración y entendimiento, y aceptamos aquello que no nos daña ni nos lastima. Cuando amamos, nos entregamos, y solo lo hacemos si sabemos que seremos respetados, apreciados y comprendidos. Si es así, el amor mutuo se mantiene en el tiempo, perdura y crece.

Nuestro amor por los demás no debe ser un amor sacrificado, obligado o perjudicial, ya que eso no nos hará felices. Debe comenzar por el amor propio y brindarnos tranquilidad.

Lo anterior garantiza que no haremos a nadie nada que no queramos que nos hagan y nos llevará a un crecimiento progresivo, haciéndonos cada vez mejores personas y generando beneficios tanto personales como colectivos. Al alcanzar nuestro bienestar personal sin perjudicar a nadie y al lograr nuestras metas y objetivos en conjunto, por el bienestar de todos, estaremos dando un paso adelante hacia el bienestar del planeta.

Hay un dicho popular que refleja muy bien todo lo anterior: “Una mano lava la otra y las dos lavan la cara”. Si lo aplicamos al amor y adaptamos la metáfora, podríamos decir que el esfuerzo colectivo puede mejorar nuestras condiciones de vida como sociedad.

La próxima sección trata sobre el amor por el planeta y es complemento y continuación de esta.

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¡Gracias y hasta la próxima!

cover photo by @myfrank_ (Frank Hernandez)

Amor propio

Comencemos por el principio…

Si los demás exigen respeto, tú mereces respeto.
Si los demás exigen tranquilidad, tú mereces tranquilidad.
Si los demás exigen salud, dinero y amor, ¡exígelo tú también!

Exige para ti lo que todos merecemos, pero sin dañar a nadie.

Empecemos por el amor propio, probablemente el más difícil de todos. Preguntémonos: ¿qué evita que sintamos amor propio? Bien, desde niños somos educados y formados por nuestros padres, familiares y maestros, muchas veces de modo estricto, rígido y apremiante, donde se pone en duda nuestra capacidad de hacer las cosas de acuerdo con lo esperado. Se espera una conducta de nosotros que nos confunde y deprime al no poder satisfacer las necesidades de los demás, y sin darnos cuenta, ello va dejando una huella negativa dentro de nosotros; huella que marca el resto de nuestra existencia.

Esa percepción negativa sobre nosotros mismos, que puede ser consciente o inconsciente, siempre nos afecta e influye en nuestros actos, relaciones y logros. Superarlo no siempre es sencillo, sin embargo, puede intentarse, y si se insiste y se persevera, podemos vencer los miedos, la rabia y las frustraciones, superando las debilidades aprendidas.

¿Cómo superamos la ausencia de amor propio? Entendiendo que, sin importar lo que piensen los demás, todos tenemos la capacidad y el talento para lograr nuestras metas y objetivos. Nadie, excepto nosotros mismos, puede impedirnos crear las condiciones que nos lleven a entendernos, aceptarnos y comprender lo buenos, talentosos y capaces que somos. Todos tenemos talentos, todos tenemos capacidades. Lo importante es valorarnos, apreciarnos y sentir empatía por nosotros mismos, sin caer en la arrogancia.

Comencemos por entender que nada de lo que pudo pasarnos, nada de lo que nos hayan hecho, dicho u obligado a hacer, puede cambiarse; lo que sí puede cambiarse es la forma en que hacemos y vemos las cosas a partir de ahora, nuestro amor propio a partir de hoy.

Detengámonos un momento a pensar en nuestras capacidades, aspectos positivos y talentos; preguntémonos: ¿qué nos gusta hacer?, ¿qué cosas disfrutamos?, ¿qué nos llena de felicidad cuando nadie nos ve?

Enfoquémonos primero en aquello que nos brinda satisfacción personal.

Una vez hecho lo anterior, HAY QUE TOMAR LA DECISIÓN y hacer lo posible por vivir a través de esas cosas que nos gustan, que nos producen felicidad. Al enfocarnos en ello, al darnos cuenta de que somos capaces y talentosos, empezaremos a dejar de sentir rabia, frustración y celos, y el amor propio comenzará a fluir. Puede llevarnos tiempo, pero es totalmente posible, y con determinación nada nos detiene.

Sentirnos bien, por difícil que sea inicialmente, es fundamental. Insistamos en valorar los aspectos positivos de nuestra personalidad, démosles el peso justo en nuestros pensamientos y no permitamos que nadie nos haga dudar al respecto.

El amor propio nos lleva a preguntarnos: ¿necesitamos algo más? Si nos detenemos a pensar, nos damos cuenta de que solo necesitamos aquello que nos hace felices. Es difícil entender que no se requiere mucho más. Es redundante, pero la felicidad se resume en aquello que simplemente nos hace sonreír, nos da alegría y nos aleja de sentimientos negativos.

Una vez conquistada la colina de nuestros talentos, una vez ganada la batalla contra nuestras inseguridades aprendidas, una vez en paz con el pasado, estaremos a un paso del amor verdadero. Cuando apreciemos lo bueno que somos en algo, por algo y para algo, habremos ganado la guerra contra nuestra propia discriminación. Amarnos a nosotros mismos con humildad y paciencia nos llevará a crecer y a poder amar a los demás de la misma forma.

Es hora de actuar.

La próxima sección trata sobre el amor por los demás y es complemento y continuación de esta.

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¡Gracias y hasta la próxima!

Cover photography by Frank Hernández @myfrank_

Trío de amores

Por nosotros mismos, por los demás y por el planeta.

Para no hacerlo tan pesado de leer, voy a intentar expresar en tres secciones separadas todo lo que considero necesario para ser plenamente felices. Estas serían el equilibrio entre el amor por nosotros mismos, el amor por los demás y el amor por el planeta, lo cual tendría consecuencias directas sobre el medio ambiente. Para leer cada sección, solo sigan la continuidad cronológica de los posts o los links en el menú BLOG debajo de esta introducción.

A esta trilogía he decidido titularla “Trío de Amores”, sin doble intención, porque sería el trío perfecto: amor propio, amor por los demás y amor por el planeta. ¿Qué más podemos pedir? En conjunto, este trío de amores haría de este un mundo perfecto.

Como saben, no soy un experto en psicología o sociología, pero el haber comenzado este viaje me ha permitido aprender un montón sobre el ser humano y, más que nada, sobre mí mismo. En este corto periodo de tiempo, he cambiado mi perspectiva sobre la vida, y es algo que, por mi naturaleza, siento la necesidad de compartir. También, producto de la “casualidad” o la “causalidad”, a uno le van llegando las cosas en su momento: información importante, información que te da herramientas y te cambia para bien. Es cierto que uno va recorriendo caminos y aprendiendo, pero ahora es distinto.

Estaré haciendo referencia a movimientos y personas que me han inspirado e influenciado, movimientos que han permitido un cambio de conducta capaz de generar mucha satisfacción personal y colectiva. También haré mención de formas de pensar que han evolucionado producto de la insatisfacción y el malestar, al darse cuenta de que se vivía cometiendo errores de forma consciente, y en las cuales me vi reflejado.

Espero, de corazón, poder ser un catalizador de acciones que generen un cambio. Si existe una sola persona que se interese y vea el potencial que esta visión de la vida posee sobre nuestro bienestar, me daré por satisfecho. Me sentiré muy feliz. Este planeta necesita un cambio. Nuestra sociedad necesita un cambio urgente, donde se consiga un equilibrio que nos beneficie a todos por igual. No sé cuál es la fórmula perfecta, pero estoy seguro de que el amor es un ingrediente fundamental.

¡Gracias y que los disfruten!

Photography by Frank Hernández @myfrank_

Prejuicios y discriminación: cuando lo inaceptable se normaliza

Tendemos a clasificarnos en categorías sociales, raciales y de género, excluyéndonos, dividiéndonos y, por tanto, debilitándonos. En este sentido, la discriminación es negativa y nos perjudica a todos.

Si hay algo que me agrada y me engancha de hacer esto, es aprender sobre nuestras conductas como individuos y como sociedad. Comprender que, si voy a tomarme en serio esto de intentar hacer algo, esto de poner un granito de arena que ayude a cambiar las cosas para mejor, entonces debo comenzar por mí mismo y entenderme como ser humano.

Gracias a documentos maravillosos publicados por expertos, gente increíble que está allá afuera investigando y viviendo experiencias fascinantes, me he convertido en un adicto al estudio de la sociedad integrada por seres individuales distintos, pero a su vez muy parecidos.

Leyendo sobre discriminación y prejuicios, pensaba en lo similares que son todas las sociedades en cuanto a estos aspectos y en lo diferente que nos comportamos como individuos cuando no estamos bajo la presión de nuestro grupo social.

Mi experiencia, tanto en grupos multiétnicos como en el trato individual con personas de orígenes y culturas distintas, me demuestra que, aunque teóricamente estas conductas negativas cumplen un aparente fin en el equilibrio social u orden natural, la mayoría de las personas preferimos y deseamos llevarnos bien sin importar nuestras diferencias.

He experimentado la discriminación personalmente y estoy seguro de que, en algún momento, también he discriminado a otros, pero hoy entiendo por qué y también entiendo que hay alternativas que dan mejores resultados para la sociedad.

Justo anoche, y como una gran casualidad, pude ver un documental llamado Des-honestidad: La verdad sobre la mentira, presentado por el economista del comportamiento Dr. Dan Ariely. En él se entrelazan historias personales, opiniones de expertos, experimentos de comportamiento y material de archivo para revelar cómo y por qué la gente miente. La conclusión que más me sorprendió fue cómo, en ciertas circunstancias, mentir es socialmente aceptado hasta que la mentira crece demasiado, se sale de control y quien paga es el individuo, no la sociedad. La tendencia general en todos los casos fue: “Si lo hacen los demás, está bien que yo lo haga”.

El caso es exactamente el mismo en cuanto a los prejuicios y la discriminación.

En un artículo publicado en la Revista de Psicología de la Universidad de Antioquia, el profesor PhD Óscar Navarro Carrascal y otros colaboradores, en su estudio titulado La discriminación social desde una perspectiva psicosociológica, explican cómo la discriminación tiene sus orígenes en los estereotipos y en los prejuicios que heredamos históricamente y que forman parte de nuestra cultura.

El Dr. Navarro expone que factores individuales como el fracaso y la baja autoestima, aunque no son los únicos, pueden derivar en un comportamiento discriminatorio como resultado de la frustración personal. Es decir, discriminamos al no aceptar nuestros fracasos como propios, sino como culpa del otro. Entiéndase bien que esto se refiere al aspecto social. Estas conductas se transforman en valores sociales que se transmiten de generación en generación y pasan a formar parte de la cultura.

Básicamente, discriminar al otro, producto de la herencia histórico-cultural, nos hace sentir pertenecientes a nuestro grupo social. Un buen ejemplo es cuando nos convertimos en fanáticos de un equipo deportivo y estamos en el estadio presenciando un juego en el que ocurre lo que consideramos una injusticia para con nuestro equipo. Como colectivo, rechazamos al otro equipo y a sus fanáticos; en casos extremos, las cosas pueden incluso tornarse violentas al encenderse esa pasión irracional que nos hace humanos. Sin embargo, quizá nos llevemos bien con una persona que, sin nosotros saberlo, pertenece al otro equipo, pero a quien hemos conocido en circunstancias agradables. Descubrimos que comparte nuestra pasión por el deporte y sentimos empatía. De pronto, ya no es tan importante la preferencia por tal o cual equipo, sino nuestra percepción del individuo fuera del contexto y la circunstancia social específica.

La discriminación es, en principio, una cualidad positiva, ya que nos permite elegir entre aquello que nos beneficia o nos perjudica. El problema surge cuando se discrimina sin considerar los aspectos positivos que podrían aportarnos una persona o un grupo de personas, es decir, cuando anteponemos los prejuicios sin establecer una comunicación que nos permita conocer y comprender al otro.

Photo by Masha

Tendemos a clasificarnos en categorías sociales, raciales y de género, excluyéndonos, dividiéndonos y, por tanto, debilitándonos. En este sentido, la discriminación es negativa y nos perjudica a todos.

De manera sorprendente y reveladora, el estudio de Navarro cita: “Las investigaciones han demostrado que las personas que más se conforman a las normas sociales son aquellas que más tienden a tener prejuicios hacia los demás”. Lo interesante es que otro aspecto que se produce culturalmente y deriva en la discriminación es la formación de estereotipos, con los cuales establecemos la clasificación mencionada anteriormente. Los estereotipos vienen prefabricados en la herencia cultural y son afianzados por las normas sociales del grupo.

La discriminación se fundamenta en la desigualdad de poder, donde quien es discriminado no tiene o no ejerce el poder para ser percibido como igual.

En los niños, la discriminación social, racial o de género no aparece si no es introducida por el adulto. Al niño no le importa el color, la raza, el género ni el estrato social al que pertenecen sus compañeros de juego. Los niños juegan y se divierten por el simple placer de reír y compartir el momento de alegría que les deja la experiencia del juego.

En la segunda parte de esta bitácora, la cual dedicaré a las fórmulas positivas, las acciones de cambio y las experiencias transformadoras, profundizaré en cómo es posible evitar los conflictos y las diferencias que nos llevan al desamor, a la tristeza, a la exclusión y a la depresión, tanto a nivel individual como grupal o social. Ya no tocaré los aspectos negativos; solo me enfocaré en el cambio, en la acción y en el logro de la felicidad.

Voy a hacer un paréntesis en este momento para informarles que este sería el último de los cinco primeros artículos que considero introductorios y cuya intención es dejar claro, en el ámbito de las definiciones, los conceptos sobre los cuales se fundamenta la bitácora de El Poder Infinito. Quise dejar como cierre este artículo referente a la discriminación porque la considero como la esencia detrás del odio. Son los prejuicios, producto de nuestras propias frustraciones o heredados de nuestra cultura, los que generan el rechazo al otro y, como consecuencia, nos impiden entenderle, acercarnos, comprenderle.

La respuesta ya la tenemos más o menos clara: es el amor. ¿Pero cuántos tipos de amor existen? ¿Cuántas formas de amor, cuántas maneras de amar por tantas cosas tangibles e intangibles que nos hacen felices? ¡Ya lo descubriremos!

El amor es la respuesta.

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¡Gracias y hasta la próxima!

El poder infinito del amor, como solución a todo cuanto nos aqueja

Profundizando en las razones de la maldad y por qué es parte del ser humano, el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, explica en una de sus teorías que dentro de cada persona existe una lucha entre “el instinto de vida y el instinto de muerte (Eros y Thanatos)”.

Según Freud, ambos impulsos se funden y chocan dentro del individuo. Eros representa todas las cualidades que afirman la vida, como el amor, la sexualidad, la imaginación, el orgullo y la procreación. Por otro lado, Thanatos se refiere a los impulsos negativos que niegan la vida, como la violencia, la brutalidad, la aniquilación y la muerte.

En la bitácora anterior prometí hablar sobre sociedades felices y sus características, lo cual haré en algún momento durante esta entrega para ejemplificar las razones que hacen a una sociedad más feliz. En el fondo, estas razones son básicamente las mismas que hacen feliz a cualquier persona y nos permiten convivir en armonía.

Para ello, sería oportuno definir la felicidad. Aunque es algo relativo para cada ser humano, quizá existe un elemento común y compartido que la sociedad entiende como felicidad. La RAE la define como: “Estado de grata satisfacción espiritual y física”. Quizá tendría sentido agregar las palabras “emocional e intelectual” a esa definición. Pero lo importante es el concepto de “grata satisfacción”.

Sin embargo, hay quienes sienten grata satisfacción al hacer el mal. La verdad es que, aunque en el fondo la maldad solo genera amargura, esta puede dar satisfacción a quien es malo o mala por definición. Pero, ¿qué es la maldad? La RAE la define como: “Acción mala e injusta”. Entiéndase “mala” o “malo” como “algo de valor negativo, falto de cualidades y nocivo para la salud”, por ende, no puede producir felicidad.

Erich Fromm, reconocido sociólogo y psicólogo alemán, nacido en 1900, invirtió gran parte de su tiempo, estudios y reflexiones en intentar definir el amor y la felicidad. En algún momento expresó: “El amor es la única respuesta sensata y satisfactoria al problema de la existencia humana”. Y siento que esa frase explica la razón por la cual hoy muchas naciones padecen depresión, conflictos, guerras y desesperanza. La razón es clara: están manejadas por personas que prefieren el mal sobre el bien, el odio sobre el amor.

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Como lo expresé en la primera entrega y en la introducción, el objetivo de esta bitácora es intentar mostrar por qué hacer el bien, o hacer las cosas bien, genera mayores beneficios que hacerlas llevados por la maldad, y demostrar que una sociedad donde predomina la armonía y el bien da mayor felicidad y prosperidad a sus ciudadanos. La violencia, el crimen y la trampa solo producen satisfacción a corto plazo, y las consecuencias son nefastas.

Profundizando en las razones de la maldad y por qué es parte del ser humano, el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, explica en una de sus teorías que dentro de cada persona existe una pelea entre “el instinto de vida y el instinto de muerte (Eros y Thanatos)”. Según Freud, ambos impulsos se funden y chocan dentro del individuo. Eros representa todas las cualidades que afirman la vida, como el amor, la sexualidad, la imaginación, el orgullo y la procreación. Por otro lado, Thanatos se refiere a los impulsos negativos de violencia, brutalidad, aniquilación y muerte.

Por todo lo anterior, entendemos lo difícil que es lograr sociedades perfectamente felices. La maldad está en nuestro instinto más básico. Sin embargo, hay formas de reprimir la maldad y, por ilógico que parezca, no siempre se logran. La fórmula para contener la maldad es sustituirla por felicidad, amor y bienestar a través de la formación espiritual, la educación y el sentido de pertenencia. Al menos así puede verse en las ciudades, pueblos o poblaciones con menores índices de criminalidad y “mayor felicidad”. Por lo general, las características comunes de estas sociedades son las expresadas anteriormente: formación espiritual, alta calidad en la educación y el sentido de pertenencia de sus pobladores respecto a las comunidades donde habitan.

La revista National Geographic, en su página web, publicó fotografías de las 10 poblaciones “más felices del mundo”; ellas son: Ko Samui (Tailandia), San Sebastián (España), Auckland (Nueva Zelanda), Madison (Wisconsin, EE. UU.), Monterrey (México), Kuala Lumpur (Malasia), Gold Coast (Australia), Dubái (Emiratos Árabes Unidos), San José (California, EE. UU.) y Århus (Dinamarca). Los aspectos que las definen como lugares más felices son: amplios espacios de esparcimiento, bellezas naturales, desarrollo económico, beneficios sociales como alto nivel de educación y salud pública, sentido de pertenencia y buena gastronomía.

Tokio, ciudad que tuve el placer de visitar, reconocida como una metrópoli de gran desarrollo, posee fuertes asociaciones de vecinos que representan “pequeñas” urbanizaciones con muy bajos índices de criminalidad. Las razones son simples: aunque en Tokio habitan alrededor de 30 millones de personas, la ciudad está dividida en cientos de “pequeñas” urbanizaciones o sectores donde todos los habitantes se preocupan por su comunidad, se conocen y se respetan, se sienten parte de ella y, por ello, no le hacen daño a su prójimo.

Los ciudadanos de Tokio colaboran de manera voluntaria en casos de emergencia, como incendios y catástrofes naturales, y para ello se organizan muy bien en estas “pequeñas” comunidades.

En mi experiencia, sentí que había mucho de mito en aquello de que los japoneses “no son felices”. Yo pude ver con mis propios ojos expresiones de afecto y amor entre enamorados en las calles, niños sonriendo en las escuelas, amigos disfrutando de su tiempo libre en bares y restaurantes, sonrientes y genuinamente felices.

Son reconocidos los altísimos niveles de educación en Japón, su profunda tradición espiritual y su apego a la cultura.

Espero que, de alguna manera, este humilde aporte ayude y sirva como referencia para enfocarnos en ser mejores y lograr mayor felicidad.

En la próxima entrega hablaré sobre sistemas educativos que producen desarrollo social y bienestar.

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¡Gracias y hasta la próxima!

(Erich Fromm photography by Müller-May / CC BY-SA 3.0 (DE), 1974 – Source: Rainer Funk)

Bienestar y bondad, una manera de vivir

El objetivo de esta bitácora es intentar mostrar por qué hacer el bien, o hacer las cosas bien, genera mayores beneficios que hacerlas llevados por la maldad, y demostrar que una sociedad donde predominan la armonía y el bien brinda mayor felicidad y prosperidad a sus ciudadanos. La violencia, el crimen y la trampa solo producen satisfacción a corto plazo, y las consecuencias son nefastas.

Este mundo siempre ha sido controvertido y contradictorio, sobre todo en aquello que tiene que ver con los seres humanos. En cambio, en la naturaleza, donde no se involucran los seres humanos, parece haber un equilibrio perfecto: todo tiene una razón de ser, una justificación y un funcionamiento “perfecto”.

Los seres humanos transformamos la naturaleza y la convertimos en poco menos que un lugar inhóspito, lleno de conflictos y desperdicios. Y lo que es peor, generamos la destrucción de nuestra especie por egoísmo, por la búsqueda de dinero y poder.

¿Pero por qué somos así?

Aparentemente, la razón está precisamente en aquello que nos diferencia del resto de los animales: tenemos lo que se llama conciencia. Somos conscientes de que lo que aprendemos puede ser utilizado para lograr nuestros objetivos, y en muchas ocasiones, la manera de lograrlos simplemente no se apega a lo que la sociedad, en búsqueda de equilibrio, ha llamado moral, ley y orden.

El ser humano no siempre es capaz de reprimir sus instintos para dar espacio al raciocinio. Por más que esta sociedad ha intentado crear sistemas de convivencia y bienestar, estos no siempre funcionan. Los sistemas no son perfectos, al fin y al cabo, son creados por seres humanos, y nadie puede decir que es perfecto. No lo somos, pero podemos intentar ser mejores.

El objetivo de esta bitácora es intentar mostrar por qué hacer el bien o hacer las cosas bien genera mayores beneficios que hacerlas llevados por la maldad. También, demostrar que una sociedad donde predominan la armonía y el bien genera mayor felicidad y prosperidad para sus ciudadanos. La violencia, el crimen y la trampa solo producen satisfacción a corto plazo, y las consecuencias son nefastas.

Hay países que han logrado mayor bienestar reduciendo los crímenes y la corrupción a niveles manejables por la ley. En la próxima entrega hablaré sobre las características de los países, ciudades, pueblos y comunidades que tienen sociedades más felices, organizaciones más prósperas y que han alcanzado objetivos positivos para el grupo o la población. Entiendo perfectamente que estas sociedades a las que me referiré no son perfectas, tienen defectos, y muchos, pero son mejores porque brindan más tranquilidad y oportunidades de progreso a sus habitantes.

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¡Gracias y hasta la próxima!