Mina, tu amor me dopa (parte final)

El enamoramiento puede ser algo pasajero, pero el amor, que va más allá de las hormonas, puede ser para siempre…

Fernando y Mina se conocieron, se enamoraron y estuvieron juntos un tiempo. Al crecer un poco más y salir de la adolescencia, se dieron cuenta de que había otras prioridades en sus vidas y dejaron de ser novios. Mientras duró su relación, sobre todo al principio, pasaron muy buenos momentos juntos, disfrutaron muchísimo y luego, aunque no se sentían enamorados, siguieron siendo amigos.

Este no es el caso de todo el mundo. Hay parejas que se conocen durante la adolescencia, y su amor madura y se perpetúa en el tiempo al compartir, no solo el amor de uno por el otro, sino ideas, valores, sueños, proyectos, deseos. Ello requiere entender que el enamoramiento puede ser algo pasajero, pero el amor, que va más allá de las hormonas, puede ser para siempre.

No es fácil mantener una relación a largo plazo; es muy complicado y, por ello, deben compartirse no solo sensaciones de placer, también deben compartirse criterios, y más allá, debe quererse, debe decidirse estar al lado de esa persona. Es una decisión consciente. Ello no quiere decir que se deba estar junto a esa persona sin sentir amor por ella; eso sería el peor error.

Como bien lo dice Jonathan García-Allen (Reus, 1983), graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona: “No se culpe a sí mismo si no está igual que el primer día con su pareja. Hay que saber distinguir el amor del enamoramiento. El amor tiene que ver con las creencias y los valores, y el enamoramiento son una serie de reacciones químicas producidas en diferentes regiones cerebrales que nos hacen tener una percepción idílica de una persona”.

El amor genera compuestos químicos y hormonas que cambian nuestra conducta de forma extrema, positiva y negativa, ya que nuestra supervivencia depende de ello, al igual que la de la especie. La oxitocina, la serotonina, la dopamina y la noradrenalina son sustancias que rigen el amor y el enamoramiento, y es bueno saber sobre ellas y su efecto en nuestro organismo para comprender lo que sentimos, y así manejarlo de modo que no nos perjudique.

Fernando, con el tiempo, se volvió a enamorar y consiguió a alguien con quien pudo establecerse. Como bien dice un primo hermano al que quiero muchísimo, uno se tiene que casar con la persona que quiere casarse con uno… Si aplicamos esto en ambas direcciones, el amor funciona en el tiempo. Fernando consiguió no solo el placer del enamoramiento, sino el placer del amor fraterno, del amor compartido que le brindó la paz y la tranquilidad necesarias para envejecer feliz.

Marcos se casó con Mina después de haberse enamorado, tiempo después de que ella y Fernando ya no estuvieran juntos, y vivieron felices por muchos años, pero eventualmente se separaron.

Fernando y Marcos se ven todos los días debido a la empresa que fundaron juntos. Además, los viernes por la tarde, al salir de la oficina, se reúnen en un bar para relajarse. Mina, Fernando, Marcos y Graciela (la esposa de Fernando) son buenos amigos.

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Compendio de Amores

Para quienes quieren refrescar los contenidos anteriores o simplemente no los han leído, aquí les ofrezco un resumen donde se integran todas las publicaciones de modo coherente y breve, dándole mejor sentido, agrupando las ideas y los sentimientos. Espero lo disfruten.

El ser humano no siempre es capaz de reprimir sus instintos para dar espacio al raciocinio. Por más que esta sociedad ha intentado crear sistemas de convivencia y bienestar, estos no siempre funcionan. Los sistemas no son perfectos, al fin y al cabo son creados por seres humanos, y nadie puede decir que es perfecto, no lo somos, pero podemos intentar ser mejores.

Tokio, lugar al que tuve el placer de visitar, reconocida como gran ciudad con súper desarrollo, posee fuertes asociaciones de vecinos que representan “pequeñas” urbanizaciones con muy bajos índices de criminalidad. Las razones son simples, aunque en Tokio habitan algo así como 30 millones de personas, la ciudad está dividida en cientos de “pequeñas” urbanizaciones o sectores donde todos los habitantes se preocupan por su comunidad, se conocen y respetan, se sienten pertenecientes y por ello no le hacen daño a su prójimo.

Lo arriba expuesto se logra con el ejemplo y cariño de nuestros padres y un sistema de educación adecuado donde se expliquen los valores esenciales de convivencia y se pongan en práctica. Para ello, también habría que educar al educador, al padre, a quien esté a cargo de la formación de otra persona. Solo si el educador se identifica con dichos valores podrá entonces transmitírselos a sus alumnos, a sus hijos, a sus semejantes.

¿Qué nos dice todo lo anterior?

Que mientras más amor sentimos, mejor para nuestra especie.

Si el amor es un fenómeno biopsicosocial, entonces hay que buscar fórmulas que permitan que el amor sea el eje alrededor del cual gire nuestra sociedad. De ese modo mejoraremos genéticamente y esa mejora genética será transmitida de generación en generación hasta lograr un planeta donde el odio sea menos protagónico y finalmente desaparezca de nuestra conducta.

El amor es la respuesta.

En un artículo publicado en la Revista de Psicología Universidad de Antioquia por el profesor PhD. Oscar Navarro Carrascal y otros colaboradores, titulado “La discriminación social desde una perspectiva psicosociológica”, se explica cómo la discriminación tiene sus orígenes en los estereotipos y en los prejuicios que heredamos históricamente y forman parte de nuestra cultura.

El Dr. Navarro expone que factores individuales como el fracaso y la baja autoestima, aunque no son los únicos, son factores que derivan en un comportamiento discriminatorio como resultado de la frustración personal, es decir, discriminamos al no aceptar nuestros fracasos como propios, sino como culpa del otro. Entiéndase bien que esto se refiere al aspecto social. Estas conductas se transforman en valores sociales que se transmiten de generación en generación y pasan a formar parte de la cultura.

Como saben, yo no soy un experto en psicología o sociología, pero el haber comenzado este viaje me ha permitido aprender un montón sobre el ser humano, y más que nada, sobre mí mismo. En este corto periodo de tiempo, he cambiado mi perspectiva sobre la vida y es algo que, por mi naturaleza, siento la necesidad de compartir. También producto de la “casualidad” o la “causalidad”, a uno le van llegando las cosas en su momento, información importante, información que te da herramientas y te cambia para bien. Es cierto que uno va recorriendo caminos y aprendiendo, pero ahora es distinto.

¿Cómo superamos la ausencia de amor propio? Entendiendo que, sin importar lo que piensan los demás, todos tenemos la capacidad y el talento para lograr nuestras metas y objetivos. Nadie, excepto nosotros mismos, puede impedirnos crear las condiciones que nos lleven a entendernos, aceptarnos y comprender lo bueno que somos, lo talentoso que somos, lo capaces que somos. Todos tenemos talentos, todos tenemos capacidades. Lo importante es valorarnos, apreciarnos y sentir empatía por nosotros mismos, sin caer en la arrogancia.

Fotografía de Frank Hernández @myfrank_

Independientemente de la forma de amor o de cómo la entendemos, todas las formas de amor tienen como factores comunes, el respeto, la empatía y la tolerancia. Comenzamos respetando a quien amamos, nos sentimos identificados, sentimos admiración, entendimiento y aceptamos aquello que no nos daña ni nos lastima. Cuando amamos, nos entregamos, y sólo lo hacemos si sabemos que seremos respetados, apreciados y comprendidos. Si es así, el amor mutuo se mantiene en el tiempo, perdura y crece.

Fotografía de Frank Hernández @myfrank_

Se han producido cambios sociales importantes producto de visiones del mundo que han comenzado por un cambio de conducta de quienes han hecho públicas esas visiones. Por ejemplo, Joshua Fields Millburn y Ryan Nicodemus son dos emprendedores del bienestar por el planeta, que llevaban una vida normal, con un trabajo de oficina y eran exitosos profesionales. Pero comprendieron que lo que hacían no estaba del todo bien. Se dieron cuenta de que las organizaciones para las que trabajaban no respetaban a sus clientes, obligándolos a adquirir productos que no necesitaban, inclusive sin su autorización. Un día decidieron dejar de hacer daño y renunciaron. Yo pasé por una situación similar trabajando para una gran corporación y al cabo de un tiempo me sentía enfermo, confundido y desgraciado, finalmente opté por no continuar allí.

Mi planeta perfecto sería este mismo planeta; sin duda, la tierra es increíblemente hermosa, generosa y extraordinaria comparada con los otros planetas que nos muestran por televisión. Estaría lleno de personas que se aprecian, reconocen y respetan, que se apoyan y trabajan por el equilibrio social y natural, en donde todos los que existimos, humanos, animales y plantas, vivimos en simbiosis y en armonía.

Yo me lo estoy tomando en serio.

En mi infancia, se veía a los animales como bestias sin sentimiento, no eran más que seres explotables para beneficio humano. No se les protegía y consideraba como hoy, seres vivos importantes a los cuales hay que cuidar y querer, respetar y proteger. Probablemente con el tiempo aprenderemos mucho más sobre lo inteligentes y capaces que son los animales, como conviven en armonía con otros animales y con su ecosistema.

Fotografía de Frank Hernández @myfrank_

Creo que el mundo se está perdiendo de algo maravilloso al preferir el placer momentáneo, instantáneo y efímero, sobre el romance sentido y expresado en el transcurrir del tiempo y de manera constante. Pienso que debemos tratar nuestro cuerpo con amor y respeto, profundizando en nuestra salud física y cuidándolo de maltratos y excesos. De igual modo, nuestra mente debe nutrirse de buenos pensamientos, de magia y poesía, de canciones bonitas y felices, de la idea de un compartir sentido entre personas, que va más allá del momento y puede perpetuarse en el tiempo. Nuestra casa, también puede ser un templo de amor y bienestar, donde prevalezcan el sentir sobre el amor y la expresión de ese amor romántico, donde el poema se lee o se escribe sin avergonzarnos, donde la canción se canta en voz alta y con los ojos cerrados, donde se sueña con el amor y se regalan flores, bombones de chocolate y un “te quiero” de verdad.

En la próxima entrega estaré relatando una hermosa historia, la de un amor breve y para siempre, sencillo pero complicado, apasionado, alegre y triste, una historia de amor de nuestros tiempos.

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Amor, creatividad y educación: la fórmula para una sociedad feliz

¿Qué sistemas educativos permiten al ser humano sentirse feliz? La respuesta es simple: Aquellos que generan en las personas un sentimiento de afecto, inclinación y entrega.

En la entrega anterior, hablamos sobre países, ciudades y pueblos cuyos estándares de vida ofrecían a sus ciudadanos niveles de felicidad que, en comparación con otros, producían un menor índice de criminalidad y una convivencia más armónica. Estos países tienen en común aspectos como educación de calidad, lugares de esparcimiento, buena gastronomía y un sistema de salud pública eficiente. El resultado: ciudadanos que se sienten identificados con su región y aman el lugar donde viven.

El amor ha sido una palabra frecuente en esta bitácora, que busca frenéticamente expresar lo importante que es dicho sentimiento en nuestras vidas. Pero tanto hablar y hablar, y nada de explicar qué es. ¿Sabemos realmente qué es el amor? Cada quien siente y expresa el amor a su manera, ¿pero qué es?

Para nuestros efectos, esta es la definición que lo explica mejor: sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.

Afecto, inclinación y entrega: allí está el secreto.

No podría haber algo como expresar amor haciendo daño; eso sería odio. Pero, para quedar claros, definamos odio: aversión hacia algo o alguien cuyo mal se desea. Si deseamos mal, no amamos. Cabría preguntarse: ¿por qué no amar si odiar nos hace tanto daño? Si sentimos afecto, inclinación y entrega por nuestros semejantes, por nuestro pueblo y por lo que hacemos, entonces somos felices.

Lo arriba expuesto se logra con el ejemplo y cariño de nuestros padres, así como con un sistema de educación adecuado donde se expliquen los valores esenciales de convivencia y se pongan en práctica. Para ello, también habría que educar al educador, al padre, a quien esté a cargo de la formación de otra persona. Solo si el educador se identifica con dichos valores podrá entonces transmitírselos a sus alumnos, a sus hijos, a sus semejantes.

Solemos pensar que nuestro criterio individual es el correcto, especialmente cuando lo basamos en nuestro éxito económico. Tendríamos que preguntarnos si nuestra posición es lo suficientemente exitosa como para también afirmar que somos felices. Al final, poco importa qué hacemos en el ámbito profesional; lo importante es determinar si estamos satisfechos con nuestros logros y si quienes nos rodean se benefician de ellos, los hace felices y les produce un sentimiento de afecto, inclinación y entrega.

¿Qué sistemas educativos permiten al ser humano sentirse feliz? La respuesta es simple: aquellos que generan en las personas un sentimiento de afecto, inclinación y entrega.

Durante mi adolescencia, tuve una gran suerte: fui conejillo de indias de un sistema educativo cuyo objetivo era enseñar a los niños a pensar. Sí, no a memorizar, no a creer ciegamente, no a obedecer sin cuestionar; nos enseñaron a pensar. Ello nos llevó a descubrir el poder de nuestra capacidad de discernir. Los principios básicos de este sistema educativo eran dos: PNI y CTF.

PNI (Positivo, Negativo e Interesante) y CTF (Considerar Todos los Factores) son estrategias de análisis de ideas o hechos que nos permiten tener una visión más clara y así tomar decisiones más acertadas en caso necesario.

PNI:

  • P = Positivo: Los aspectos positivos de una idea, razones por las cuales nos gusta o parece beneficiosa.

  • N = Negativo: Los aspectos negativos de una idea, razones por las cuales nos disgusta o parece perjudicial.

  • I = Interesante: Los aspectos que despiertan nuestro interés sobre esa idea.

Por ejemplo: “Se deben eliminar todos los asientos de los autobuses.”

  • Positivo: Podrían caber más personas en un autobús, sería más sencillo subir y bajar, y sería más económico fabricar y reparar los autobuses.

  • Negativo: Los ancianos y las personas con discapacidad no podrían utilizar los autobuses, los pasajeros se caerían si el autobús se detiene abruptamente, y sería muy difícil llevar las bolsas con las compras o los niños pequeños.

  • Interesante: Podría traer como consecuencia la fabricación de dos tipos de autobuses: unos con asiento y otros sin ellos. El mismo autobús podría realizar más viajes. La comodidad tendría menos importancia en un autobús.

CTF (Considerar Todos los Factores):
Aunque es imposible considerar el 100 % de los factores sobre una idea, analizar la mayor cantidad posible nos ayuda a prever consecuencias no deseadas al tomar una decisión. Por ejemplo, si se decide fabricar todos los autobuses sin asiento y no se consideran los factores que afectan al usuario, al tráfico de la ciudad, a la economía, etc., las consecuencias podrían ser caóticas.

Haciendo clic aquí podrán ver ejemplos sobre PNI y CTF

El sistema se basa en los estudios e investigaciones realizados por catedráticos como la profesora Margarita A. De Sánchez y Edward De Bono, entre otros colaboradores y educadores preocupados por despertar la creatividad y el desarrollo de las habilidades del pensamiento.

Por razones que desconocía en aquel momento, el sistema fue suspendido pocos años después de que yo egresara de la escuela.

El resultado obtenido para aquel grupo de jóvenes, entre los cuales yo me encontraba, fue maravilloso. Se generó una sinergia sin precedentes en el centro educativo, con resultados tan positivos que mis compañeros y yo regresábamos a la escuela después de clases aunque no tuviésemos ninguna actividad específica que hacer. Creció en nosotros un amor y un sentido de pertenencia hacia una institución de la cual no queríamos despegarnos; queríamos estar allí, rodeados de esos muros que nos produjeron tantos sentimientos positivos y entre los cuales profesores y maestros nos enseñaban no solo conocimientos, también valores y principios que aún hoy rigen nuestras vidas.

Esa fue mi experiencia. Estoy seguro de que no es la única y de que no es un sistema perfecto, pero nos producía satisfacción y despertó en mí la necesidad de intentar ser mejor, al menos lo mejor que yo pudiese ser, e incentivó en mí la creatividad y el deseo de aprender.

La creatividad permite producir cosas inexistentes y mejorar las preexistentes. Las consecuencias son el desarrollo tanto personal como socioeconómico y, por ende, el bienestar general. Los sistemas educativos ideales permiten al individuo desarrollar su creatividad y con ella producir un impacto positivo en la sociedad.

La educación comienza en el hogar, pero es necesario que las instituciones educativas refuercen el aporte de los padres con estrategias que desarrollen aún más al individuo y lo formen para crear una sociedad armónica, no anárquica. La anarquía y el caos solo generan la destrucción de las estructuras y la desolación del individuo. Es necesaria una formación social, moral y cívica para formar a un individuo y una sociedad feliz.

En la próxima entrega hablaremos sobre la ciencia detrás del amor, las nuevas investigaciones sobre cómo se producen nuestros sentimientos: ¿son solo algo espiritual o hay más detrás de ellos?

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El poder infinito del amor, como solución a todo cuanto nos aqueja

Profundizando en las razones de la maldad y por qué es parte del ser humano, el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, explica en una de sus teorías que dentro de cada persona existe una lucha entre “el instinto de vida y el instinto de muerte (Eros y Thanatos)”.

Según Freud, ambos impulsos se funden y chocan dentro del individuo. Eros representa todas las cualidades que afirman la vida, como el amor, la sexualidad, la imaginación, el orgullo y la procreación. Por otro lado, Thanatos se refiere a los impulsos negativos que niegan la vida, como la violencia, la brutalidad, la aniquilación y la muerte.

En la bitácora anterior prometí hablar sobre sociedades felices y sus características, lo cual haré en algún momento durante esta entrega para ejemplificar las razones que hacen a una sociedad más feliz. En el fondo, estas razones son básicamente las mismas que hacen feliz a cualquier persona y nos permiten convivir en armonía.

Para ello, sería oportuno definir la felicidad. Aunque es algo relativo para cada ser humano, quizá existe un elemento común y compartido que la sociedad entiende como felicidad. La RAE la define como: “Estado de grata satisfacción espiritual y física”. Quizá tendría sentido agregar las palabras “emocional e intelectual” a esa definición. Pero lo importante es el concepto de “grata satisfacción”.

Sin embargo, hay quienes sienten grata satisfacción al hacer el mal. La verdad es que, aunque en el fondo la maldad solo genera amargura, esta puede dar satisfacción a quien es malo o mala por definición. Pero, ¿qué es la maldad? La RAE la define como: “Acción mala e injusta”. Entiéndase “mala” o “malo” como “algo de valor negativo, falto de cualidades y nocivo para la salud”, por ende, no puede producir felicidad.

Erich Fromm, reconocido sociólogo y psicólogo alemán, nacido en 1900, invirtió gran parte de su tiempo, estudios y reflexiones en intentar definir el amor y la felicidad. En algún momento expresó: “El amor es la única respuesta sensata y satisfactoria al problema de la existencia humana”. Y siento que esa frase explica la razón por la cual hoy muchas naciones padecen depresión, conflictos, guerras y desesperanza. La razón es clara: están manejadas por personas que prefieren el mal sobre el bien, el odio sobre el amor.

Hacer clic aquí para leer la entrevista en español

Como lo expresé en la primera entrega y en la introducción, el objetivo de esta bitácora es intentar mostrar por qué hacer el bien, o hacer las cosas bien, genera mayores beneficios que hacerlas llevados por la maldad, y demostrar que una sociedad donde predomina la armonía y el bien da mayor felicidad y prosperidad a sus ciudadanos. La violencia, el crimen y la trampa solo producen satisfacción a corto plazo, y las consecuencias son nefastas.

Profundizando en las razones de la maldad y por qué es parte del ser humano, el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, explica en una de sus teorías que dentro de cada persona existe una pelea entre “el instinto de vida y el instinto de muerte (Eros y Thanatos)”. Según Freud, ambos impulsos se funden y chocan dentro del individuo. Eros representa todas las cualidades que afirman la vida, como el amor, la sexualidad, la imaginación, el orgullo y la procreación. Por otro lado, Thanatos se refiere a los impulsos negativos de violencia, brutalidad, aniquilación y muerte.

Por todo lo anterior, entendemos lo difícil que es lograr sociedades perfectamente felices. La maldad está en nuestro instinto más básico. Sin embargo, hay formas de reprimir la maldad y, por ilógico que parezca, no siempre se logran. La fórmula para contener la maldad es sustituirla por felicidad, amor y bienestar a través de la formación espiritual, la educación y el sentido de pertenencia. Al menos así puede verse en las ciudades, pueblos o poblaciones con menores índices de criminalidad y “mayor felicidad”. Por lo general, las características comunes de estas sociedades son las expresadas anteriormente: formación espiritual, alta calidad en la educación y el sentido de pertenencia de sus pobladores respecto a las comunidades donde habitan.

La revista National Geographic, en su página web, publicó fotografías de las 10 poblaciones “más felices del mundo”; ellas son: Ko Samui (Tailandia), San Sebastián (España), Auckland (Nueva Zelanda), Madison (Wisconsin, EE. UU.), Monterrey (México), Kuala Lumpur (Malasia), Gold Coast (Australia), Dubái (Emiratos Árabes Unidos), San José (California, EE. UU.) y Århus (Dinamarca). Los aspectos que las definen como lugares más felices son: amplios espacios de esparcimiento, bellezas naturales, desarrollo económico, beneficios sociales como alto nivel de educación y salud pública, sentido de pertenencia y buena gastronomía.

Tokio, ciudad que tuve el placer de visitar, reconocida como una metrópoli de gran desarrollo, posee fuertes asociaciones de vecinos que representan “pequeñas” urbanizaciones con muy bajos índices de criminalidad. Las razones son simples: aunque en Tokio habitan alrededor de 30 millones de personas, la ciudad está dividida en cientos de “pequeñas” urbanizaciones o sectores donde todos los habitantes se preocupan por su comunidad, se conocen y se respetan, se sienten parte de ella y, por ello, no le hacen daño a su prójimo.

Los ciudadanos de Tokio colaboran de manera voluntaria en casos de emergencia, como incendios y catástrofes naturales, y para ello se organizan muy bien en estas “pequeñas” comunidades.

En mi experiencia, sentí que había mucho de mito en aquello de que los japoneses “no son felices”. Yo pude ver con mis propios ojos expresiones de afecto y amor entre enamorados en las calles, niños sonriendo en las escuelas, amigos disfrutando de su tiempo libre en bares y restaurantes, sonrientes y genuinamente felices.

Son reconocidos los altísimos niveles de educación en Japón, su profunda tradición espiritual y su apego a la cultura.

Espero que, de alguna manera, este humilde aporte ayude y sirva como referencia para enfocarnos en ser mejores y lograr mayor felicidad.

En la próxima entrega hablaré sobre sistemas educativos que producen desarrollo social y bienestar.

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(Erich Fromm photography by Müller-May / CC BY-SA 3.0 (DE), 1974 – Source: Rainer Funk)