Dimensiones Cruzadas: Un Viaje a El Poder Infinito

La verdad, por muy cierta que parezca, se aleja de la realidad al ser un concepto individual. Nuestra percepción es limitada, finita, obtusa, reducida, escasa… ¿Y entonces?

La verdad, por muy cierta que parezca, se aleja de la realidad al ser un concepto individual. Nuestra percepción es limitada, finita, obtusa, reducida… escasa, casi efímera.

Apenas poseemos un puñado de sentidos, frágiles y distorsionados, que solo confunden aún más nuestra visión del mundo. Y a ello sumamos miles de creencias enredadas, confusas, inciertas, como sombras que danzan en la penumbra, turbias, oscuras, que alimentan nuestros miedos y los multiplican, creando nubes densas sobre nuestra tormenta interna.

Todo se convierte en una adaptación conveniente, egoísta, solitaria, que se acumula junto a las demás adaptaciones de supervivencia. Estrategias que, irónicamente, nos llevan a la desconexión, nos separan y, al final, nos destruyen, aunque nos protejan al mismo tiempo.

¿Y entonces?

Entonces, nos queda la única opción: aceptarlo y seguir buscando, seguir buscando algo, incluso sin saber qué. Algo que aún no hemos encontrado, pero que nos llama, nos atrae con su misterio…

Entonces el espacio, mi espacio, tu espacio, se reduce a dos mundos distintos, pero que pueden conectarse. Dos mundos que se entrelazan, el de la mente y el del corazón, dos universos que laten al unísono, uno buscando comprensión, el otro buscando sentir.

… Y si están conectados, entonces los viajes son interestelares. Viajamos por las estrellas, surcamos ese mar infinito de luz, por esa playa mística donde cada paso importa. Cada paso, un susurro de eternidad, recoge una estrella, un destello de amor en cada grano de arena bajo tus pies, en cada grano de arena bajo mis pies, bajo nuestros pies…

Mina, tu amor me dopa (parte final)

El enamoramiento puede ser algo pasajero, pero el amor, que va más allá de las hormonas, puede ser para siempre…

Fernando y Mina se conocieron, se enamoraron y estuvieron juntos un tiempo. Al crecer un poco más y salir de la adolescencia, se dieron cuenta de que había otras prioridades en sus vidas y dejaron de ser novios. Mientras duró su relación, sobre todo al principio, pasaron muy buenos momentos juntos, disfrutaron muchísimo y luego, aunque no se sentían enamorados, siguieron siendo amigos.

Este no es el caso de todo el mundo. Hay parejas que se conocen durante la adolescencia, y su amor madura y se perpetúa en el tiempo al compartir, no solo el amor de uno por el otro, sino ideas, valores, sueños, proyectos, deseos. Ello requiere entender que el enamoramiento puede ser algo pasajero, pero el amor, que va más allá de las hormonas, puede ser para siempre.

No es fácil mantener una relación a largo plazo; es muy complicado y, por ello, deben compartirse no solo sensaciones de placer, también deben compartirse criterios, y más allá, debe quererse, debe decidirse estar al lado de esa persona. Es una decisión consciente. Ello no quiere decir que se deba estar junto a esa persona sin sentir amor por ella; eso sería el peor error.

Como bien lo dice Jonathan García-Allen (Reus, 1983), graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona: “No se culpe a sí mismo si no está igual que el primer día con su pareja. Hay que saber distinguir el amor del enamoramiento. El amor tiene que ver con las creencias y los valores, y el enamoramiento son una serie de reacciones químicas producidas en diferentes regiones cerebrales que nos hacen tener una percepción idílica de una persona”.

El amor genera compuestos químicos y hormonas que cambian nuestra conducta de forma extrema, positiva y negativa, ya que nuestra supervivencia depende de ello, al igual que la de la especie. La oxitocina, la serotonina, la dopamina y la noradrenalina son sustancias que rigen el amor y el enamoramiento, y es bueno saber sobre ellas y su efecto en nuestro organismo para comprender lo que sentimos, y así manejarlo de modo que no nos perjudique.

Fernando, con el tiempo, se volvió a enamorar y consiguió a alguien con quien pudo establecerse. Como bien dice un primo hermano al que quiero muchísimo, uno se tiene que casar con la persona que quiere casarse con uno… Si aplicamos esto en ambas direcciones, el amor funciona en el tiempo. Fernando consiguió no solo el placer del enamoramiento, sino el placer del amor fraterno, del amor compartido que le brindó la paz y la tranquilidad necesarias para envejecer feliz.

Marcos se casó con Mina después de haberse enamorado, tiempo después de que ella y Fernando ya no estuvieran juntos, y vivieron felices por muchos años, pero eventualmente se separaron.

Fernando y Marcos se ven todos los días debido a la empresa que fundaron juntos. Además, los viernes por la tarde, al salir de la oficina, se reúnen en un bar para relajarse. Mina, Fernando, Marcos y Graciela (la esposa de Fernando) son buenos amigos.

Photografía de StockPhotos

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Mina, tu amor me dopa (primera parte)

Perdió el control de su cuerpo y de su mente; estaba drogado con una sustancia adictiva que le hacía experimentar cosas totalmente nuevas para él…

Llegó al pequeño pueblo con muchas expectativas: nueva escuela, nuevos amigos y un mundo desconocido. Todo era nuevo, todo por conocer. Él y su familia arribaron luego de las vacaciones navideñas, por lo que entró a la escuela a mitad de semestre, lo que lo hizo aún más complicado. Ponerse al día con los proyectos, las tareas, los exámenes… Sabía que no sería fácil.

En su primer día de escuela, la maestra lo introdujo a la clase: “Chicos, este es Fernando, acaba de llegar desde muy lejos. Él va a cursar el resto del año escolar con nosotros. Hagámoslo sentir en casa, démosle la bienvenida”. Algunos le miraban y sonreían, otros miraban por la ventana, y en la esquina del salón, iluminada por un rayo de luz que hacía brillar sus cabellos, estaba un ángel que flotaba e irradiaba felicidad… Cuando recogió un lápiz que se le había caído al suelo, levantó la cabeza, lo miró y sus labios desplegaron la sonrisa más hermosa que él jamás había visto.

¡Fernando! ¡Fernando!… ¡Fernando! Todo se había apagado a su alrededor y solo la imagen de esa chica impresionante ocupaba su mente. Sus oídos no escuchaban, nada más existía, hasta que, con un sacudón en el hombro, la maestra le despertó de su hipnosis… ¡FERNANDO! ¡Toma asiento!

Se acercó a su pupitre y un chico que se sentaba a su lado le dio la mano y le dijo: «Hola, soy Marcos.»

El día transcurrió sin mayores inconvenientes. De vez en cuando volteaba a verla sin lograr que lo notase. Le costaba un poco ponerse al corriente con los problemas de matemáticas y con las tareas de ciencias. Algo no le dejaba pensar más allá de esos cabellos, esa sonrisa, esos ojos. Ella se levantó para ir hacia el escritorio de la maestra y, al pasarle por un lado, dejó en él su perfume sutil, un aroma que le acompañó por el resto del día. Se sentía mareado, borracho, no coordinaba.

Marcos notaba algo extraño en su conducta, sobre todo cuando ella hablaba o se movía por el salón… Al darse cuenta, lo tocó en el hombro y le dijo: «Se llama Romina, le decimos Mina de cariño». Sonó el timbre. Se había acabado el día de clases. En la salida vio cómo ella se montaba en un vehículo; su mamá la recogía en la escuela, y a él le tocaba caminar a casa. Por alguna razón, sus pies le pesaban, no podía caminar más rápido, tropezaba.

De pronto, ¡eh! ¡Fernando! Marcos gritaba desde atrás, apurando el paso. ¡Espérame! Marcos le alcanzó y le dijo: «Yo también camino a casa por esta ruta. ¿Dónde vives?» Le preguntó. “En los edificios frente al parque”, contestó él. Marcos sonrió y le dijo: «Yo también vivo allí, vivo al lado de Romina.»

A Fernando le saltó el corazón. “¿Qué?”, preguntó.
—Sí —respondió Marcos—, Mina vive en esos edificios también.
Fernando sintió que se mareaba. Sentía náuseas y algo le nubló la visión.
—¿Qué te pasa? —preguntó Marcos de nuevo…

Fernando se había enamorado a primera vista y perdió el control de su cuerpo y de su mente. Estaba drogado con algo que se manifestaba como una sustancia adictiva, sentía cosas totalmente nuevas para él. La droga del amor invadía su cuerpo y su mente.

Al enamorarnos, especialmente por primera vez y en esos años de adolescencia, nuestro cuerpo segrega de forma muy intensa un neurotransmisor sumamente poderoso que nos hace sentir cosas increíbles, pero, a su vez, produce graves efectos secundarios. Tiene sobre la corteza prefrontal del cerebro un efecto de “bloqueo” en sus funciones principales, tales como el razonamiento, la lógica y la lucidez.

La dopamina literalmente nos “emborracha” y perdemos la orientación. Ello, además, interfiere con nuestra coordinación y buena motricidad, volviéndonos torpes y tontos.

Pero no todo es malo; la dopamina también aumenta la sensación de placer y felicidad.

Esta historia continuará…

Fotografía: @myfrank_ Modelos: Agos y Sussy Condelo

 

Compendio de Amores

Para quienes quieren refrescar los contenidos anteriores o simplemente no los han leído, aquí les ofrezco un resumen donde se integran todas las publicaciones de modo coherente y breve, dándole mejor sentido, agrupando las ideas y los sentimientos. Espero lo disfruten.

El ser humano no siempre es capaz de reprimir sus instintos para dar espacio al raciocinio. Por más que esta sociedad ha intentado crear sistemas de convivencia y bienestar, estos no siempre funcionan. Los sistemas no son perfectos, al fin y al cabo son creados por seres humanos, y nadie puede decir que es perfecto, no lo somos, pero podemos intentar ser mejores.

Tokio, lugar al que tuve el placer de visitar, reconocida como gran ciudad con súper desarrollo, posee fuertes asociaciones de vecinos que representan “pequeñas” urbanizaciones con muy bajos índices de criminalidad. Las razones son simples, aunque en Tokio habitan algo así como 30 millones de personas, la ciudad está dividida en cientos de “pequeñas” urbanizaciones o sectores donde todos los habitantes se preocupan por su comunidad, se conocen y respetan, se sienten pertenecientes y por ello no le hacen daño a su prójimo.

Lo arriba expuesto se logra con el ejemplo y cariño de nuestros padres y un sistema de educación adecuado donde se expliquen los valores esenciales de convivencia y se pongan en práctica. Para ello, también habría que educar al educador, al padre, a quien esté a cargo de la formación de otra persona. Solo si el educador se identifica con dichos valores podrá entonces transmitírselos a sus alumnos, a sus hijos, a sus semejantes.

¿Qué nos dice todo lo anterior?

Que mientras más amor sentimos, mejor para nuestra especie.

Si el amor es un fenómeno biopsicosocial, entonces hay que buscar fórmulas que permitan que el amor sea el eje alrededor del cual gire nuestra sociedad. De ese modo mejoraremos genéticamente y esa mejora genética será transmitida de generación en generación hasta lograr un planeta donde el odio sea menos protagónico y finalmente desaparezca de nuestra conducta.

El amor es la respuesta.

En un artículo publicado en la Revista de Psicología Universidad de Antioquia por el profesor PhD. Oscar Navarro Carrascal y otros colaboradores, titulado “La discriminación social desde una perspectiva psicosociológica”, se explica cómo la discriminación tiene sus orígenes en los estereotipos y en los prejuicios que heredamos históricamente y forman parte de nuestra cultura.

El Dr. Navarro expone que factores individuales como el fracaso y la baja autoestima, aunque no son los únicos, son factores que derivan en un comportamiento discriminatorio como resultado de la frustración personal, es decir, discriminamos al no aceptar nuestros fracasos como propios, sino como culpa del otro. Entiéndase bien que esto se refiere al aspecto social. Estas conductas se transforman en valores sociales que se transmiten de generación en generación y pasan a formar parte de la cultura.

Como saben, yo no soy un experto en psicología o sociología, pero el haber comenzado este viaje me ha permitido aprender un montón sobre el ser humano, y más que nada, sobre mí mismo. En este corto periodo de tiempo, he cambiado mi perspectiva sobre la vida y es algo que, por mi naturaleza, siento la necesidad de compartir. También producto de la “casualidad” o la “causalidad”, a uno le van llegando las cosas en su momento, información importante, información que te da herramientas y te cambia para bien. Es cierto que uno va recorriendo caminos y aprendiendo, pero ahora es distinto.

¿Cómo superamos la ausencia de amor propio? Entendiendo que, sin importar lo que piensan los demás, todos tenemos la capacidad y el talento para lograr nuestras metas y objetivos. Nadie, excepto nosotros mismos, puede impedirnos crear las condiciones que nos lleven a entendernos, aceptarnos y comprender lo bueno que somos, lo talentoso que somos, lo capaces que somos. Todos tenemos talentos, todos tenemos capacidades. Lo importante es valorarnos, apreciarnos y sentir empatía por nosotros mismos, sin caer en la arrogancia.

Fotografía de Frank Hernández @myfrank_

Independientemente de la forma de amor o de cómo la entendemos, todas las formas de amor tienen como factores comunes, el respeto, la empatía y la tolerancia. Comenzamos respetando a quien amamos, nos sentimos identificados, sentimos admiración, entendimiento y aceptamos aquello que no nos daña ni nos lastima. Cuando amamos, nos entregamos, y sólo lo hacemos si sabemos que seremos respetados, apreciados y comprendidos. Si es así, el amor mutuo se mantiene en el tiempo, perdura y crece.

Fotografía de Frank Hernández @myfrank_

Se han producido cambios sociales importantes producto de visiones del mundo que han comenzado por un cambio de conducta de quienes han hecho públicas esas visiones. Por ejemplo, Joshua Fields Millburn y Ryan Nicodemus son dos emprendedores del bienestar por el planeta, que llevaban una vida normal, con un trabajo de oficina y eran exitosos profesionales. Pero comprendieron que lo que hacían no estaba del todo bien. Se dieron cuenta de que las organizaciones para las que trabajaban no respetaban a sus clientes, obligándolos a adquirir productos que no necesitaban, inclusive sin su autorización. Un día decidieron dejar de hacer daño y renunciaron. Yo pasé por una situación similar trabajando para una gran corporación y al cabo de un tiempo me sentía enfermo, confundido y desgraciado, finalmente opté por no continuar allí.

Mi planeta perfecto sería este mismo planeta; sin duda, la tierra es increíblemente hermosa, generosa y extraordinaria comparada con los otros planetas que nos muestran por televisión. Estaría lleno de personas que se aprecian, reconocen y respetan, que se apoyan y trabajan por el equilibrio social y natural, en donde todos los que existimos, humanos, animales y plantas, vivimos en simbiosis y en armonía.

Yo me lo estoy tomando en serio.

En mi infancia, se veía a los animales como bestias sin sentimiento, no eran más que seres explotables para beneficio humano. No se les protegía y consideraba como hoy, seres vivos importantes a los cuales hay que cuidar y querer, respetar y proteger. Probablemente con el tiempo aprenderemos mucho más sobre lo inteligentes y capaces que son los animales, como conviven en armonía con otros animales y con su ecosistema.

Fotografía de Frank Hernández @myfrank_

Creo que el mundo se está perdiendo de algo maravilloso al preferir el placer momentáneo, instantáneo y efímero, sobre el romance sentido y expresado en el transcurrir del tiempo y de manera constante. Pienso que debemos tratar nuestro cuerpo con amor y respeto, profundizando en nuestra salud física y cuidándolo de maltratos y excesos. De igual modo, nuestra mente debe nutrirse de buenos pensamientos, de magia y poesía, de canciones bonitas y felices, de la idea de un compartir sentido entre personas, que va más allá del momento y puede perpetuarse en el tiempo. Nuestra casa, también puede ser un templo de amor y bienestar, donde prevalezcan el sentir sobre el amor y la expresión de ese amor romántico, donde el poema se lee o se escribe sin avergonzarnos, donde la canción se canta en voz alta y con los ojos cerrados, donde se sueña con el amor y se regalan flores, bombones de chocolate y un “te quiero” de verdad.

En la próxima entrega estaré relatando una hermosa historia, la de un amor breve y para siempre, sencillo pero complicado, apasionado, alegre y triste, una historia de amor de nuestros tiempos.

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Prejuicios y discriminación: cuando lo inaceptable se normaliza

Tendemos a clasificarnos en categorías sociales, raciales y de género, excluyéndonos, dividiéndonos y, por tanto, debilitándonos. En este sentido, la discriminación es negativa y nos perjudica a todos.

Si hay algo que me agrada y me engancha de hacer esto, es aprender sobre nuestras conductas como individuos y como sociedad. Comprender que, si voy a tomarme en serio esto de intentar hacer algo, esto de poner un granito de arena que ayude a cambiar las cosas para mejor, entonces debo comenzar por mí mismo y entenderme como ser humano.

Gracias a documentos maravillosos publicados por expertos, gente increíble que está allá afuera investigando y viviendo experiencias fascinantes, me he convertido en un adicto al estudio de la sociedad integrada por seres individuales distintos, pero a su vez muy parecidos.

Leyendo sobre discriminación y prejuicios, pensaba en lo similares que son todas las sociedades en cuanto a estos aspectos y en lo diferente que nos comportamos como individuos cuando no estamos bajo la presión de nuestro grupo social.

Mi experiencia, tanto en grupos multiétnicos como en el trato individual con personas de orígenes y culturas distintas, me demuestra que, aunque teóricamente estas conductas negativas cumplen un aparente fin en el equilibrio social u orden natural, la mayoría de las personas preferimos y deseamos llevarnos bien sin importar nuestras diferencias.

He experimentado la discriminación personalmente y estoy seguro de que, en algún momento, también he discriminado a otros, pero hoy entiendo por qué y también entiendo que hay alternativas que dan mejores resultados para la sociedad.

Justo anoche, y como una gran casualidad, pude ver un documental llamado Des-honestidad: La verdad sobre la mentira, presentado por el economista del comportamiento Dr. Dan Ariely. En él se entrelazan historias personales, opiniones de expertos, experimentos de comportamiento y material de archivo para revelar cómo y por qué la gente miente. La conclusión que más me sorprendió fue cómo, en ciertas circunstancias, mentir es socialmente aceptado hasta que la mentira crece demasiado, se sale de control y quien paga es el individuo, no la sociedad. La tendencia general en todos los casos fue: “Si lo hacen los demás, está bien que yo lo haga”.

El caso es exactamente el mismo en cuanto a los prejuicios y la discriminación.

En un artículo publicado en la Revista de Psicología de la Universidad de Antioquia, el profesor PhD Óscar Navarro Carrascal y otros colaboradores, en su estudio titulado La discriminación social desde una perspectiva psicosociológica, explican cómo la discriminación tiene sus orígenes en los estereotipos y en los prejuicios que heredamos históricamente y que forman parte de nuestra cultura.

El Dr. Navarro expone que factores individuales como el fracaso y la baja autoestima, aunque no son los únicos, pueden derivar en un comportamiento discriminatorio como resultado de la frustración personal. Es decir, discriminamos al no aceptar nuestros fracasos como propios, sino como culpa del otro. Entiéndase bien que esto se refiere al aspecto social. Estas conductas se transforman en valores sociales que se transmiten de generación en generación y pasan a formar parte de la cultura.

Básicamente, discriminar al otro, producto de la herencia histórico-cultural, nos hace sentir pertenecientes a nuestro grupo social. Un buen ejemplo es cuando nos convertimos en fanáticos de un equipo deportivo y estamos en el estadio presenciando un juego en el que ocurre lo que consideramos una injusticia para con nuestro equipo. Como colectivo, rechazamos al otro equipo y a sus fanáticos; en casos extremos, las cosas pueden incluso tornarse violentas al encenderse esa pasión irracional que nos hace humanos. Sin embargo, quizá nos llevemos bien con una persona que, sin nosotros saberlo, pertenece al otro equipo, pero a quien hemos conocido en circunstancias agradables. Descubrimos que comparte nuestra pasión por el deporte y sentimos empatía. De pronto, ya no es tan importante la preferencia por tal o cual equipo, sino nuestra percepción del individuo fuera del contexto y la circunstancia social específica.

La discriminación es, en principio, una cualidad positiva, ya que nos permite elegir entre aquello que nos beneficia o nos perjudica. El problema surge cuando se discrimina sin considerar los aspectos positivos que podrían aportarnos una persona o un grupo de personas, es decir, cuando anteponemos los prejuicios sin establecer una comunicación que nos permita conocer y comprender al otro.

Photo by Masha

Tendemos a clasificarnos en categorías sociales, raciales y de género, excluyéndonos, dividiéndonos y, por tanto, debilitándonos. En este sentido, la discriminación es negativa y nos perjudica a todos.

De manera sorprendente y reveladora, el estudio de Navarro cita: “Las investigaciones han demostrado que las personas que más se conforman a las normas sociales son aquellas que más tienden a tener prejuicios hacia los demás”. Lo interesante es que otro aspecto que se produce culturalmente y deriva en la discriminación es la formación de estereotipos, con los cuales establecemos la clasificación mencionada anteriormente. Los estereotipos vienen prefabricados en la herencia cultural y son afianzados por las normas sociales del grupo.

La discriminación se fundamenta en la desigualdad de poder, donde quien es discriminado no tiene o no ejerce el poder para ser percibido como igual.

En los niños, la discriminación social, racial o de género no aparece si no es introducida por el adulto. Al niño no le importa el color, la raza, el género ni el estrato social al que pertenecen sus compañeros de juego. Los niños juegan y se divierten por el simple placer de reír y compartir el momento de alegría que les deja la experiencia del juego.

En la segunda parte de esta bitácora, la cual dedicaré a las fórmulas positivas, las acciones de cambio y las experiencias transformadoras, profundizaré en cómo es posible evitar los conflictos y las diferencias que nos llevan al desamor, a la tristeza, a la exclusión y a la depresión, tanto a nivel individual como grupal o social. Ya no tocaré los aspectos negativos; solo me enfocaré en el cambio, en la acción y en el logro de la felicidad.

Voy a hacer un paréntesis en este momento para informarles que este sería el último de los cinco primeros artículos que considero introductorios y cuya intención es dejar claro, en el ámbito de las definiciones, los conceptos sobre los cuales se fundamenta la bitácora de El Poder Infinito. Quise dejar como cierre este artículo referente a la discriminación porque la considero como la esencia detrás del odio. Son los prejuicios, producto de nuestras propias frustraciones o heredados de nuestra cultura, los que generan el rechazo al otro y, como consecuencia, nos impiden entenderle, acercarnos, comprenderle.

La respuesta ya la tenemos más o menos clara: es el amor. ¿Pero cuántos tipos de amor existen? ¿Cuántas formas de amor, cuántas maneras de amar por tantas cosas tangibles e intangibles que nos hacen felices? ¡Ya lo descubriremos!

El amor es la respuesta.

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La química que nos une

Si el amor es un fenómeno biopsicosocial, entonces debemos buscar fórmulas que lo conviertan en el eje alrededor del cual gire nuestra sociedad. De este modo, mejoraremos genéticamente, y esa mejora se transmitirá de generación en generación hasta lograr un planeta donde el odio pierda protagonismo y, finalmente, desaparezca de nuestra conducta.

«Ustedes comprenderán lo que es verdaderamente el amor cuando dejen de considerarlo como un sentimiento. El sentimiento está necesariamente sujeto a variaciones según se dirija a tal o cual persona, mientras que el amor verdadero es un estado de conciencia independiente de los seres y de las circunstancias» Omraam Mikhaël Aïvanhov

«El amor no es solo un deseo, una pasión, un sentimiento intenso hacia una persona u objeto, sino una conciencia que es a la vez desinteresada y satisface el propio ser. La base del amor real entre las personas es espiritual». Copyright © 2007 Asociación Espiritual Mundial Brahma Kumaris http://www.brahmakumaris.org/es/

En las citas anteriores se explica el amor de formas distintas, y en ambas se intenta apartar el sentimiento de su significado. Se refieren al amor como un «estado de conciencia» que va más allá de la emoción. La verdad es que resulta muy beneficioso para el ser humano estar rodeado de aquello que llamamos amor.

En la bitácora anterior prometí hablarles sobre la ciencia detrás del amor, y así lo haré, pero antes debo confesarles que este tema me apasiona profundamente. Solo pensar que las razones por las que amamos están ocultas en lo más profundo de nuestra biología me genera un placer extraño. Entonces pienso que debe existir una magia especial en las combinaciones moleculares que forman los compuestos que segregan nuestras hormonas; algo increíble que conecta esos compuestos con los de otra persona, una atracción química capaz de superar barreras físicas, distancia y tiempo.

Resulta que el amor es una combinación entre lo biológico y lo social, pero, según los expertos, tiene más de biológico que de social. Algunos investigadores lo consideran un simple mecanismo de supervivencia de la especie, separándolo del amor romántico.

Yo lanzo la pregunta: ¿y si el amor espiritual, social y biológico fueran lo mismo? Otros investigadores creen que podría ser así. Por ejemplo, Bernardo R. Japón (Psykia Tecnología Social), del Instituto de Astrofísica de Canarias y la Universidad de Sevilla, quien se especializa en estos temas, explica en una de sus publicaciones que los factores ambientales «se graban», por decirlo de alguna forma, en los genes y pasan a ser parte de nuestro comportamiento, afectándonos socialmente.

Japón describe que la conducta es un conjunto afectado por dos factores: uno filogenético, determinado por el acervo genético de la especie y en el que se recogen los logros adaptativos, y otro ontogenético, determinado por el aspecto genético individual y las interacciones con el ambiente. Es decir, nuestros genes están impregnados de nuestras experiencias sociales e influyen en nuestra conducta.

Haciendo clic aquí podrán ver el aspecto psicobiológico del amor y el apego en una presentación hecha por Carmen Faundez Villalon

No quisiera ponerme demasiado técnico, pero, como ven, tiene su ciencia. Haciendo un poco de inferencia, podemos decir entonces que amamos con la cabeza y no con el corazón. Yo pienso que no deja de ser romántico; al final, son esos mismos compuestos químicos que, al ser segregados por nuestro cerebro, nos aceleran el corazón cuando recibimos nuestro primer beso o cuando finalmente podemos estar cerca de esa persona que queremos.

Así como el amor, el odio obedece también a esas mismas razones biopsicosociales. La ventaja está en que, al entendernos a nosotros mismos, podemos mejorar. ¿Qué se siente más agradable, amar u odiar? Y me refiero al sentimiento físico, el que se refleja en nuestro organismo. ¿Qué nos hace sentir más felices? Definitivamente, las hormonas y compuestos químicos segregados por nuestro cerebro al sentir amor generan en el cuerpo una sensación de bienestar que no se produce al sentir odio.

Las creencias y costumbres sobre el amor son muy diversas y varían según la cultura; están influenciadas por nuestra experiencia personal y se transmiten dentro de nuestro entorno social de forma permanente, retroalimentándose. El amor es importante en nuestras vidas. Es parte de esas estructuras de nuestro sistema nervioso responsables de nuestra conducta y se refleja en nuestro comportamiento como resultado del estímulo medioambiental y la biología.

¿Qué nos dice todo lo anterior?

Que mientras más amor sentimos, mejor para nuestra especie.

Si el amor es un fenómeno biopsicosocial, entonces hay que buscar fórmulas que permitan que el amor sea el eje alrededor del cual gire nuestra sociedad. De ese modo, mejoraremos genéticamente y esa mejora será transmitida de generación en generación hasta lograr un planeta donde el odio tenga menos protagonismo y finalmente desaparezca de nuestra conducta.

El amor es la respuesta.

En la próxima entrega estaré hablando sobre los prejuicios y la forma en que afectan al amor en nuestra sociedad.

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