Amor, creatividad y educación: la fórmula para una sociedad feliz

¿Qué sistemas educativos permiten al ser humano sentirse feliz? La respuesta es simple: Aquellos que generan en las personas un sentimiento de afecto, inclinación y entrega.

En la entrega anterior, hablamos sobre países, ciudades y pueblos cuyos estándares de vida ofrecían a sus ciudadanos niveles de felicidad que, en comparación con otros, producían un menor índice de criminalidad y una convivencia más armónica. Estos países tienen en común aspectos como educación de calidad, lugares de esparcimiento, buena gastronomía y un sistema de salud pública eficiente. El resultado: ciudadanos que se sienten identificados con su región y aman el lugar donde viven.

El amor ha sido una palabra frecuente en esta bitácora, que busca frenéticamente expresar lo importante que es dicho sentimiento en nuestras vidas. Pero tanto hablar y hablar, y nada de explicar qué es. ¿Sabemos realmente qué es el amor? Cada quien siente y expresa el amor a su manera, ¿pero qué es?

Para nuestros efectos, esta es la definición que lo explica mejor: sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.

Afecto, inclinación y entrega: allí está el secreto.

No podría haber algo como expresar amor haciendo daño; eso sería odio. Pero, para quedar claros, definamos odio: aversión hacia algo o alguien cuyo mal se desea. Si deseamos mal, no amamos. Cabría preguntarse: ¿por qué no amar si odiar nos hace tanto daño? Si sentimos afecto, inclinación y entrega por nuestros semejantes, por nuestro pueblo y por lo que hacemos, entonces somos felices.

Lo arriba expuesto se logra con el ejemplo y cariño de nuestros padres, así como con un sistema de educación adecuado donde se expliquen los valores esenciales de convivencia y se pongan en práctica. Para ello, también habría que educar al educador, al padre, a quien esté a cargo de la formación de otra persona. Solo si el educador se identifica con dichos valores podrá entonces transmitírselos a sus alumnos, a sus hijos, a sus semejantes.

Solemos pensar que nuestro criterio individual es el correcto, especialmente cuando lo basamos en nuestro éxito económico. Tendríamos que preguntarnos si nuestra posición es lo suficientemente exitosa como para también afirmar que somos felices. Al final, poco importa qué hacemos en el ámbito profesional; lo importante es determinar si estamos satisfechos con nuestros logros y si quienes nos rodean se benefician de ellos, los hace felices y les produce un sentimiento de afecto, inclinación y entrega.

¿Qué sistemas educativos permiten al ser humano sentirse feliz? La respuesta es simple: aquellos que generan en las personas un sentimiento de afecto, inclinación y entrega.

Durante mi adolescencia, tuve una gran suerte: fui conejillo de indias de un sistema educativo cuyo objetivo era enseñar a los niños a pensar. Sí, no a memorizar, no a creer ciegamente, no a obedecer sin cuestionar; nos enseñaron a pensar. Ello nos llevó a descubrir el poder de nuestra capacidad de discernir. Los principios básicos de este sistema educativo eran dos: PNI y CTF.

PNI (Positivo, Negativo e Interesante) y CTF (Considerar Todos los Factores) son estrategias de análisis de ideas o hechos que nos permiten tener una visión más clara y así tomar decisiones más acertadas en caso necesario.

PNI:

  • P = Positivo: Los aspectos positivos de una idea, razones por las cuales nos gusta o parece beneficiosa.

  • N = Negativo: Los aspectos negativos de una idea, razones por las cuales nos disgusta o parece perjudicial.

  • I = Interesante: Los aspectos que despiertan nuestro interés sobre esa idea.

Por ejemplo: “Se deben eliminar todos los asientos de los autobuses.”

  • Positivo: Podrían caber más personas en un autobús, sería más sencillo subir y bajar, y sería más económico fabricar y reparar los autobuses.

  • Negativo: Los ancianos y las personas con discapacidad no podrían utilizar los autobuses, los pasajeros se caerían si el autobús se detiene abruptamente, y sería muy difícil llevar las bolsas con las compras o los niños pequeños.

  • Interesante: Podría traer como consecuencia la fabricación de dos tipos de autobuses: unos con asiento y otros sin ellos. El mismo autobús podría realizar más viajes. La comodidad tendría menos importancia en un autobús.

CTF (Considerar Todos los Factores):
Aunque es imposible considerar el 100 % de los factores sobre una idea, analizar la mayor cantidad posible nos ayuda a prever consecuencias no deseadas al tomar una decisión. Por ejemplo, si se decide fabricar todos los autobuses sin asiento y no se consideran los factores que afectan al usuario, al tráfico de la ciudad, a la economía, etc., las consecuencias podrían ser caóticas.

Haciendo clic aquí podrán ver ejemplos sobre PNI y CTF

El sistema se basa en los estudios e investigaciones realizados por catedráticos como la profesora Margarita A. De Sánchez y Edward De Bono, entre otros colaboradores y educadores preocupados por despertar la creatividad y el desarrollo de las habilidades del pensamiento.

Por razones que desconocía en aquel momento, el sistema fue suspendido pocos años después de que yo egresara de la escuela.

El resultado obtenido para aquel grupo de jóvenes, entre los cuales yo me encontraba, fue maravilloso. Se generó una sinergia sin precedentes en el centro educativo, con resultados tan positivos que mis compañeros y yo regresábamos a la escuela después de clases aunque no tuviésemos ninguna actividad específica que hacer. Creció en nosotros un amor y un sentido de pertenencia hacia una institución de la cual no queríamos despegarnos; queríamos estar allí, rodeados de esos muros que nos produjeron tantos sentimientos positivos y entre los cuales profesores y maestros nos enseñaban no solo conocimientos, también valores y principios que aún hoy rigen nuestras vidas.

Esa fue mi experiencia. Estoy seguro de que no es la única y de que no es un sistema perfecto, pero nos producía satisfacción y despertó en mí la necesidad de intentar ser mejor, al menos lo mejor que yo pudiese ser, e incentivó en mí la creatividad y el deseo de aprender.

La creatividad permite producir cosas inexistentes y mejorar las preexistentes. Las consecuencias son el desarrollo tanto personal como socioeconómico y, por ende, el bienestar general. Los sistemas educativos ideales permiten al individuo desarrollar su creatividad y con ella producir un impacto positivo en la sociedad.

La educación comienza en el hogar, pero es necesario que las instituciones educativas refuercen el aporte de los padres con estrategias que desarrollen aún más al individuo y lo formen para crear una sociedad armónica, no anárquica. La anarquía y el caos solo generan la destrucción de las estructuras y la desolación del individuo. Es necesaria una formación social, moral y cívica para formar a un individuo y una sociedad feliz.

En la próxima entrega hablaremos sobre la ciencia detrás del amor, las nuevas investigaciones sobre cómo se producen nuestros sentimientos: ¿son solo algo espiritual o hay más detrás de ellos?

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¡Gracias y hasta la próxima!

El poder infinito del amor, como solución a todo cuanto nos aqueja

Profundizando en las razones de la maldad y por qué es parte del ser humano, el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, explica en una de sus teorías que dentro de cada persona existe una lucha entre “el instinto de vida y el instinto de muerte (Eros y Thanatos)”.

Según Freud, ambos impulsos se funden y chocan dentro del individuo. Eros representa todas las cualidades que afirman la vida, como el amor, la sexualidad, la imaginación, el orgullo y la procreación. Por otro lado, Thanatos se refiere a los impulsos negativos que niegan la vida, como la violencia, la brutalidad, la aniquilación y la muerte.

En la bitácora anterior prometí hablar sobre sociedades felices y sus características, lo cual haré en algún momento durante esta entrega para ejemplificar las razones que hacen a una sociedad más feliz. En el fondo, estas razones son básicamente las mismas que hacen feliz a cualquier persona y nos permiten convivir en armonía.

Para ello, sería oportuno definir la felicidad. Aunque es algo relativo para cada ser humano, quizá existe un elemento común y compartido que la sociedad entiende como felicidad. La RAE la define como: “Estado de grata satisfacción espiritual y física”. Quizá tendría sentido agregar las palabras “emocional e intelectual” a esa definición. Pero lo importante es el concepto de “grata satisfacción”.

Sin embargo, hay quienes sienten grata satisfacción al hacer el mal. La verdad es que, aunque en el fondo la maldad solo genera amargura, esta puede dar satisfacción a quien es malo o mala por definición. Pero, ¿qué es la maldad? La RAE la define como: “Acción mala e injusta”. Entiéndase “mala” o “malo” como “algo de valor negativo, falto de cualidades y nocivo para la salud”, por ende, no puede producir felicidad.

Erich Fromm, reconocido sociólogo y psicólogo alemán, nacido en 1900, invirtió gran parte de su tiempo, estudios y reflexiones en intentar definir el amor y la felicidad. En algún momento expresó: “El amor es la única respuesta sensata y satisfactoria al problema de la existencia humana”. Y siento que esa frase explica la razón por la cual hoy muchas naciones padecen depresión, conflictos, guerras y desesperanza. La razón es clara: están manejadas por personas que prefieren el mal sobre el bien, el odio sobre el amor.

Hacer clic aquí para leer la entrevista en español

Como lo expresé en la primera entrega y en la introducción, el objetivo de esta bitácora es intentar mostrar por qué hacer el bien, o hacer las cosas bien, genera mayores beneficios que hacerlas llevados por la maldad, y demostrar que una sociedad donde predomina la armonía y el bien da mayor felicidad y prosperidad a sus ciudadanos. La violencia, el crimen y la trampa solo producen satisfacción a corto plazo, y las consecuencias son nefastas.

Profundizando en las razones de la maldad y por qué es parte del ser humano, el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, explica en una de sus teorías que dentro de cada persona existe una pelea entre “el instinto de vida y el instinto de muerte (Eros y Thanatos)”. Según Freud, ambos impulsos se funden y chocan dentro del individuo. Eros representa todas las cualidades que afirman la vida, como el amor, la sexualidad, la imaginación, el orgullo y la procreación. Por otro lado, Thanatos se refiere a los impulsos negativos de violencia, brutalidad, aniquilación y muerte.

Por todo lo anterior, entendemos lo difícil que es lograr sociedades perfectamente felices. La maldad está en nuestro instinto más básico. Sin embargo, hay formas de reprimir la maldad y, por ilógico que parezca, no siempre se logran. La fórmula para contener la maldad es sustituirla por felicidad, amor y bienestar a través de la formación espiritual, la educación y el sentido de pertenencia. Al menos así puede verse en las ciudades, pueblos o poblaciones con menores índices de criminalidad y “mayor felicidad”. Por lo general, las características comunes de estas sociedades son las expresadas anteriormente: formación espiritual, alta calidad en la educación y el sentido de pertenencia de sus pobladores respecto a las comunidades donde habitan.

La revista National Geographic, en su página web, publicó fotografías de las 10 poblaciones “más felices del mundo”; ellas son: Ko Samui (Tailandia), San Sebastián (España), Auckland (Nueva Zelanda), Madison (Wisconsin, EE. UU.), Monterrey (México), Kuala Lumpur (Malasia), Gold Coast (Australia), Dubái (Emiratos Árabes Unidos), San José (California, EE. UU.) y Århus (Dinamarca). Los aspectos que las definen como lugares más felices son: amplios espacios de esparcimiento, bellezas naturales, desarrollo económico, beneficios sociales como alto nivel de educación y salud pública, sentido de pertenencia y buena gastronomía.

Tokio, ciudad que tuve el placer de visitar, reconocida como una metrópoli de gran desarrollo, posee fuertes asociaciones de vecinos que representan “pequeñas” urbanizaciones con muy bajos índices de criminalidad. Las razones son simples: aunque en Tokio habitan alrededor de 30 millones de personas, la ciudad está dividida en cientos de “pequeñas” urbanizaciones o sectores donde todos los habitantes se preocupan por su comunidad, se conocen y se respetan, se sienten parte de ella y, por ello, no le hacen daño a su prójimo.

Los ciudadanos de Tokio colaboran de manera voluntaria en casos de emergencia, como incendios y catástrofes naturales, y para ello se organizan muy bien en estas “pequeñas” comunidades.

En mi experiencia, sentí que había mucho de mito en aquello de que los japoneses “no son felices”. Yo pude ver con mis propios ojos expresiones de afecto y amor entre enamorados en las calles, niños sonriendo en las escuelas, amigos disfrutando de su tiempo libre en bares y restaurantes, sonrientes y genuinamente felices.

Son reconocidos los altísimos niveles de educación en Japón, su profunda tradición espiritual y su apego a la cultura.

Espero que, de alguna manera, este humilde aporte ayude y sirva como referencia para enfocarnos en ser mejores y lograr mayor felicidad.

En la próxima entrega hablaré sobre sistemas educativos que producen desarrollo social y bienestar.

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¡Gracias y hasta la próxima!

(Erich Fromm photography by Müller-May / CC BY-SA 3.0 (DE), 1974 – Source: Rainer Funk)

Bienestar y bondad, una manera de vivir

El objetivo de esta bitácora es intentar mostrar por qué hacer el bien, o hacer las cosas bien, genera mayores beneficios que hacerlas llevados por la maldad, y demostrar que una sociedad donde predominan la armonía y el bien brinda mayor felicidad y prosperidad a sus ciudadanos. La violencia, el crimen y la trampa solo producen satisfacción a corto plazo, y las consecuencias son nefastas.

Este mundo siempre ha sido controvertido y contradictorio, sobre todo en aquello que tiene que ver con los seres humanos. En cambio, en la naturaleza, donde no se involucran los seres humanos, parece haber un equilibrio perfecto: todo tiene una razón de ser, una justificación y un funcionamiento “perfecto”.

Los seres humanos transformamos la naturaleza y la convertimos en poco menos que un lugar inhóspito, lleno de conflictos y desperdicios. Y lo que es peor, generamos la destrucción de nuestra especie por egoísmo, por la búsqueda de dinero y poder.

¿Pero por qué somos así?

Aparentemente, la razón está precisamente en aquello que nos diferencia del resto de los animales: tenemos lo que se llama conciencia. Somos conscientes de que lo que aprendemos puede ser utilizado para lograr nuestros objetivos, y en muchas ocasiones, la manera de lograrlos simplemente no se apega a lo que la sociedad, en búsqueda de equilibrio, ha llamado moral, ley y orden.

El ser humano no siempre es capaz de reprimir sus instintos para dar espacio al raciocinio. Por más que esta sociedad ha intentado crear sistemas de convivencia y bienestar, estos no siempre funcionan. Los sistemas no son perfectos, al fin y al cabo, son creados por seres humanos, y nadie puede decir que es perfecto. No lo somos, pero podemos intentar ser mejores.

El objetivo de esta bitácora es intentar mostrar por qué hacer el bien o hacer las cosas bien genera mayores beneficios que hacerlas llevados por la maldad. También, demostrar que una sociedad donde predominan la armonía y el bien genera mayor felicidad y prosperidad para sus ciudadanos. La violencia, el crimen y la trampa solo producen satisfacción a corto plazo, y las consecuencias son nefastas.

Hay países que han logrado mayor bienestar reduciendo los crímenes y la corrupción a niveles manejables por la ley. En la próxima entrega hablaré sobre las características de los países, ciudades, pueblos y comunidades que tienen sociedades más felices, organizaciones más prósperas y que han alcanzado objetivos positivos para el grupo o la población. Entiendo perfectamente que estas sociedades a las que me referiré no son perfectas, tienen defectos, y muchos, pero son mejores porque brindan más tranquilidad y oportunidades de progreso a sus habitantes.

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¡Gracias y hasta la próxima!